¿Cómo impacta el creacionismo vs la evolución en cómo una persona ve el mundo?

El creacionismo y la evolución se encuentran en los extremos opuestos de un espectro de puntos de vista sobre el origen del universo y la vida. Si bien hay muchas posiciones diferentes dentro del creacionismo y la evolución, el punto fundamental sobre el que se basan todas las teorías es el papel que juega un ser divino en la creación. Si Dios creó o no el universo y continúa involucrado en la creación es una cuestión de suma importancia. La posición que uno toma en el debate creacionismo vs. evolución impacta enormemente cómo él o ella ve el mundo y, como resultado, vive su vida.

Los creacionistas ven la creación del mundo como intencional e influenciada por un ser sobrenatural. Los creacionistas de la tierra joven creen en una interpretación literal del relato bíblico del Génesis. Este relato afirma que Dios creó el universo en seis días, hace unos seis mil años. Creó al hombre a su propia imagen y le dio dominio sobre los animales (Génesis 1: 26–28). Dios creó al hombre para tener una relación personal con él y definió la diferencia entre el bien y el mal. Él abrió un camino para que todas las personas fueran redimidas no a través de sí mismas, sino a través de la sangre de Jesucristo para que puedan entrar en una eternidad con Él (Efesios 1: 7). En última instancia, aquellos que se adhieren al creacionismo creen que la huella digital de Dios en la creación es innegable: "Porque desde la creación del mundo las cualidades invisibles de Dios, es decir, su eterno poder y su naturaleza divina, se perciben claramente a través de lo que él creó, de modo que nadie tiene excusa." (Romanos 1:20).

Los evolucionistas creen que el mundo surgió a través de un proceso naturalista. La teoría de la evolución establece que todas las especies están relacionadas y comparten el mismo origen. Esto se conoce como descendencia común universal. La evolución postula que los primeros signos de vida aparecieron al azar y con el tiempo cambiaron y se adaptaron al medio ambiente a través de la variación genética. Finalmente la vida se ramificó en varias especies. Muchos adherentes a la teoría de la evolución son agnósticos o ateos y adoptan la postura de que no hay Dios y, por lo tanto, no hay participación divina en los orígenes del universo. Sin embargo, algunas personas creen que Dios creó el mundo a través de la evolución. Aunque las raíces de la teoría de la evolución se remontan a la antigua Grecia, se convirtió en el concepto enseñado hoy bajo la guía de Charles Darwin y Alfred Russell Wallace en el siglo XVIII.

La forma en que uno ve el creacionismo frente a la evolución afecta enormemente su cosmovisión. Donde más difieren las cosmovisiones creacionistas y evolucionistas son en las áreas de organización, moralidad y propósito. Desde un punto de vista evolucionista, la vida se originó a partir de genes aleatorios que se organizan eligiendo los rasgos más fuertes para ser transmitidos. Aquellos con genes no aptos o menos aptos para la supervivencia se extinguen. El concepto de moralidad es lógicamente inconsistente con la evolución; no hay bien ni mal, solo lo que es útil para sobrevivir. La vida es impulsada por un instinto para sobrevivir. El propósito es reproducirse para transmitir los genes más ventajosos a la próxima generación de descendientes. Después de la muerte no hay nada. Desde una perspectiva evolutiva, entonces, la vida es esencialmente un acto de supervivencia sin aparente significado más profundo.

Sin embargo, desde un punto de vista creacionista, Dios tiene el control. Él es el Alfa y la Omega, que todo lo sabe, que existe antes que nada. Como criaturas de un Creador soberano, todo debe someterse en obediencia a Dios. Su creación fue hecha para adorarlo y reflejar su gloria. El concepto de moralidad sigue lógicamente; la moralidad es definida por Dios. Lo que es de Él es bueno y lo que no es de Él es malo. Desde un punto de vista creacionista, la vida tiene orden y significado.

Desde una perspectiva creacionista cristiana, los humanos son creados a imagen de Dios, diseñados para relacionarse con Dios y entre sí (Génesis 1: 26–27). A la humanidad también se le dijo: "Sean fructíferos y multiplíquense; llenen la tierra y sométanla; dominen a los peces del mar y a las aves del cielo, y a todos los reptiles que se arrastran por el suelo" (Génesis 1: 28) Dios le dio al primer hombre y mujer la opción de confiar en Él o seguir su propio camino. Les dijo que no comieran de un árbol específico en el jardín en el que los había colocado. Pero comieron del árbol, rompiendo la estrecha relación que habían tenido con Dios y entre ellos, e introduciendo la muerte al mundo (Génesis 3; Romanos 5). Todos sus descendientes, es decir, todos los humanos, nacerían en un estado donde reina la muerte. Pero Dios proporcionó un medio de salvación, para que nuestra rebelión contra Él sea perdonada y para que seamos restaurados a la vida espiritual (Génesis 3:15). Esa salvación está disponible a través de Jesucristo. Todos los que ponen su fe en Él, es decir, confían en que Jesús es quien dijo ser (Dios encarnado), que vivió una vida perfecta y murió en la cruz como sacrificio por los pecados, y luego resucitó probándose a sí mismo ser victorioso sobre el pecado y la muerte: se les perdona por sus pecados, se les restaura a la relación con Dios y se les da vida eterna (Juan 3: 16-18; Hechos 4:12; Romanos 10: 9).



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