¿Aparece el bautismo en el Antiguo Testamento?

El bautismo es una ordenanza instituida por Cristo para los creyentes. Jesús murió, fue sepultado y resucitó, y a través del bautismo, el cristiano se identifica con Jesús al sumergirse completamente en el agua (simbolizando la muerte) y luego al ser levantado del agua para mostrar su nueva vida en Cristo. Es una representación física de una realidad espiritual. Aunque el bautismo no se practicaba en el Antiguo Testamento, hay conceptos y prácticas en el judaísmo que prefiguran el bautismo.

En el Antiguo Testamento, la palabra mikve se utiliza para referirse a una reunión de algo, específicamente agua. Puede hacer referencia a una masa de agua de gran extensión, como en Génesis 1:10, cuando Dios llama "mares" a las aguas reunidas (o mikve). También se puede referir más específicamente al agua que se recoge de un manantial o dentro de una cisterna (Levítico 11:36) o al agua destinada a un depósito específico (Isaías 22:11).

La limpieza y la pureza son conceptos importantes también en el Antiguo Testamento. La pureza ritual era obligatoria para entrar en el tabernáculo o templo, antes de hacer un sacrificio y para recibir el beneficio de una ofrenda sacerdotal. En Éxodo 19:10-11, Dios ordenó a Moisés: "Y Dios dijo a Moisés: Ve al pueblo, y santifícalos hoy y mañana; y laven sus vestidos, y estén preparados para el día tercero, porque al tercer día Dios descenderá a ojos de todo el pueblo sobre el monte de Sinaí". Esta es la primera vez que Dios ordenó al pueblo que se lavara y fue en preparación para entrar en Su presencia. Del mismo modo, en Éxodo 29:4 Dios ordenó que Aarón y sus hijos fueran lavados con agua en preparación para su servicio como sacerdotes. Estos hombres mediarían en la presencia del Señor a favor del pueblo y este lavado simbólico era necesario para que estuvieran ritualmente limpios.

La presencia de Dios no era la única razón por la que ordenaba a la gente purificarse ritualmente mediante el baño. También se les ordenaba bañarse después de que las mujeres terminaran su ciclo menstrual (Levítico 15:21-22), después de recuperarse de una enfermedad de la piel (Levítico 14:7-9) y después de entrar en contacto con un cadáver (Números 19:11-13), entre otras razones. La inmersión en agua era lo que simbolizaba la limpieza de la suciedad y el cumplimiento de la pureza ritual.

En un momento dado del periodo del segundo templo, se establecieron normas rabínicas sobre dónde y cómo una persona debía sumergirse en el agua para la limpieza ritual (el acto se denomina tevilah). Los rabinos determinaron que una mikve debía tener agua suficiente para cubrir todo el cuerpo de un hombre de estatura media (Talmud de Babilonia, Eruvin 4b) con unos 150 galones de agua. Los rabinos también especificaron que la mikve debía estar conectada a un manantial natural o a un pozo de agua natural, como el agua de lluvia. La purificación ritual por inmersión en una mikve se utiliza por diversos motivos, como la conversión, la limpieza antes de una boda o después del parto (en el caso de las mujeres), después de mantener relaciones sexuales (en el caso de los hombres), las ceremonias funerarias y para limpiar los platos utilizados antes de Yom Kippur.

En todo el Antiguo Testamento, el lavado y la limpieza se utilizaban como metáfora del rescate del pecado. Zacarías 13:1 dice: "En aquel tiempo habrá un manantial abierto para la casa de David y para los habitantes de Jerusalén, para la purificación del pecado y de la inmundicia". David oró en su famosa oración de arrepentimiento: "Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado....Purifícame con hisopo, y seré limpio; lávame, y seré más blanco que la nieve" (Salmo 51:2, 7). El lavado y la limpieza estaban relacionados con el arrepentimiento y el perdón, razón por la cual Juan el Bautista bautizaba "en el desierto, y predicaba el bautismo de arrepentimiento para perdón de pecados" (Marcos 1:4). El acto físico de lavarse en agua simbolizaba una realidad espiritual mayor.

Curiosamente, la palabra hebrea mikve también se traduce como "esperanza" (1 Crónicas 29:15; Esdras 10:2; Jeremías 14:8; 17:13; 50:7). Jeremías 17:13 dice: "¡Oh Señor, esperanza de Israel!, todos los que te dejan serán avergonzados; y los que se apartan de mí serán escritos en el polvo, porque dejaron al Señor, manantial de aguas vivas". Por supuesto, Jesús es el cumplimiento de esta promesa de limpieza definitiva. Él se reveló como la fuente de agua viva a la mujer samaritana en el pozo en Juan 4:10 y reiteró esa verdad a Sus seguidores en Juan 7:37-39. En parte, Jesús dijo: "El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él" (Juan 7:38-39). Nuestra única esperanza de ser limpios del pecado y de la muerte es Dios mismo.

Jesús ordenó a Sus discípulos: "Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo" (Mateo 28:19). Pablo explicó a la Iglesia en Roma: "¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva. Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección; sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado. Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado" (Romanos 6:3-7).

El Antiguo Testamento establecía rituales con agua que simbolizaban la limpieza del pecado y la pureza de los ritualmente impuros. También asociaba el agua con la vida. De la misma manera, el bautismo del Nuevo Testamento simboliza la liberación del pecado y la nueva vida en el Espíritu que sólo son posibles mediante la fe en Jesucristo y Su obra salvadora en la cruz y en Su resurrección. Él es nuestra verdadera esperanza.



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