¿Qué quiere decir Jesús cuando dice: 'La paz os dejo' (Juan 14:27)?

En Juan 14:27, Jesús dice: "La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo". Esto plantea un par de preguntas. En primer lugar, ¿por qué necesitaba decirles a los oyentes que no tuvieran miedo? Y segundo, ¿cuál es la paz que les iba a dar?

Este versículo forma parte de un pasaje más largo en el que Jesús les dice a Sus discípulos que se marcharía. Esto lo dijo después de la Última Cena, poco antes de Su muerte y resurrección. La idea de que Jesús los dejara seguramente causaría alarma en sus corazones. Jesús lo sabía y les prometió el don del Espíritu Santo (Juan 14:15-17). Justo antes de la promesa de paz, Jesús dice: "Os he dicho estas cosas estando con vosotros. Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho" (Juan 14:25-26). Un par de capítulos más adelante les recordó y tranquilizó sobre lo mismo: "Antes, porque os he dicho estas cosas, tristeza ha llenado vuestro corazón. Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré" (Juan 16:6-7). Después de Su muerte y resurrección, Jesús ascendió al cielo, pero eso no significa que nos hubiera dejado solos. Nos dejó al Consolador, el Espíritu Santo, y según el propio Jesús, ésta era la mejor opción.

La muerte y resurrección de Jesús hicieron posible la paz entre nosotros y Dios. Segunda de Corintios 5:21 dice: "Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él". Romanos 5:10-11 dice: "Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida. Y no solo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación".

Esta paz con Dios que recibimos por la gracia de Dios y por la fe en Jesucristo también resulta en paz con los demás. Hablando de gentiles y judíos, Pablo escribió: "Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo. Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación, aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz, y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades" (Efesios 2:13-16). Y continúa: "porque por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre" (Efesios 2:18). Todos los que ponen su fe en Jesús pasan a ser hijos de Dios (Juan 1:12) y parte de Su familia. Debemos funcionar juntos como un solo cuerpo, lleno de paz (Juan 17:20-21; 1 Corintios 12:12-26). Este don de la paz también fluye en nuestra relación con las personas que aún no conocen a Cristo. Romanos 12:18 enseña: "Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres".

Todos los que ponen su fe en Jesús reciben la presencia del Espíritu Santo (Efesios 1:13-14). Él nos da la paz asegurándonos que pertenecemos a Dios (1 Juan 3:24). La paz es parte del fruto de la obra del Espíritu Santo en nuestras vidas (Gálatas 5:22-23). Al Espíritu Santo se le conoce como el Ayudador o Consolador. Jesús sabía que necesitaríamos una fuente constante de consuelo y paz durante las pruebas difíciles que afrontamos (Juan 16:33). El Espíritu mismo ora por nosotros (Romanos 8:26).

El Espíritu Santo es un guía fiable que nos recuerda las palabras de Jesús (Juan 14:26). Primera de Corintios 2:11-12 dice: "Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios. Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido". Romanos 8:6 dice que "el ocuparse del Espíritu es vida y paz".

Jesús dio paz a Sus discípulos y a todos los que confían en Él hoy. Por medio de Él, nuestros pecados han sido perdonados y ya no estamos condenados eternamente. En la abundante gracia de Dios, el don de la salvación es algo mucho más. Entramos en una relación plena con Dios. Su Espíritu mora en nosotros, nos da Su Palabra para que le conozcamos a Él y sepamos cuál es el camino de la vida, y nos permite acceder plenamente a Él en la oración (Hebreos 4:14-16). Más que enemigos, somos hijos e hijas adoptivos con una herencia asegurada y eterna (Efesios 1:3-14; 1 Pedro 1:3-9). Esta es la paz que Jesús dejó y sigue dando hoy.

En este mundo, es natural no sentirse siempre en paz. No obstante, Dios nos ha dado esta enseñanza: "Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús" (Filipenses 4:6-7). Gracias a Dios por este maravilloso regalo.



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