¿Qué significa la frase 'ninguno puede servir a dos señores' de Mateo 6:24?

Justo en medio de la enseñanza clave de Jesús sobre cómo debemos vivir, el Sermón del Monte (Mateo 5-7), Jesús dice: "Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas" (Mateo 6:24). Jesús está resaltando (1) la importancia de nuestra relación con Dios, y (2) que las riquezas y las cosas terrenales pueden ser un obstáculo para nuestro servicio a Dios.

Primero, un apunte práctico. La idea de que no se puede servir a dos señores es otra forma de decir que no podemos seguir a dos líderes diferentes. Imagínate un siervo que tiene dos amos diferentes, o un seguidor con dos líderes diferentes. A veces, el siervo puede satisfacer las peticiones de ambos amos. Pero inevitablemente los deseos de uno de ellos entrarán en conflicto con los del otro. ¿Qué debe hacer entonces el siervo? ¿A cuál de los dos amos debe ser más leal? ¿Cuál es la petición del amo que tiene prioridad? En la práctica, no se puede servir a dos amos. ¿Qué significa esto para nuestra relación con Dios?

Es importante que entendamos que fuimos creados por Dios y para Dios (Génesis 1:26-27; Colosenses 1:16-17). Dios es nuestro creador (Salmo 95:6; Isaías 54:5), nuestro Padre Celestial (Mateo 6:26; 23:9), y es a Él a quien debemos obedecer (Eclesiastés 12:13-14; Mateo 28:20; Lucas 11:28). Sabemos que no debemos permitir que nada en esta vida sea más importante para nosotros que Él: "No tendrás dioses ajenos delante de mí" (Éxodo 20:3). "Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios, y la vida eterna. Hijitos, guardaos de los ídolos" (1 Juan 5:20-21).

Fuimos creados por Dios, para Dios. Él es nuestro legítimo dueño. Tener una relación con Jesús que se basa en la gracia de Dios y que se recibe por medio de la fe (Efesios 2:8-9), es la única manera en que podemos servir sólo a Dios y vivir la vida como se supone que debemos vivirla (Juan 3:16-18; 10:10; Mateo 4:19), caminando con Dios y nada más (Gálatas 5:16). Cuando decidimos seguir algo o a alguien que no sea Dios, nuestro pensamiento y nuestro corazón se dividirán. Si priorizamos cualquier cosa, buena o mala, como las profesiones, las cuentas bancarias, la reputación, las relaciones, el alcohol, la lujuria, etc., por encima de Dios, nos convertiremos en esclavos de ellos (Romanos 6:16) y nos resultará difícil obedecer, servir y amar a Dios como se nos ha ordenado (Mateo 22:34-40; Juan 15:1-17). Como no podemos hacerlo por nuestra cuenta (Efesios 2:1-9), Jesús nos ha liberado de la esclavitud para que podamos seguirle (Gálatas 5:1). Podemos elegir a Dios porque Dios nos eligió primero: "Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros" (Romanos 5:8).

Por lo tanto, para aquellos que están "en Cristo", que pertenecen a Dios, podemos, por obra del Espíritu Santo, escoger seguir a Dios por encima de todos los otros posibles amos (Filipenses 2:12-13; Romanos 6:15-23). Teniendo en cuenta quién es Dios, esto es lo que más nos conviene. Cuando somos "esclavos de Cristo" experimentamos la verdadera vida, mientras que ser esclavo de cualquier otra cosa sólo conduce a la muerte (Romanos 6:23; Juan 15:10-11).

Jesús nos llama a seguirle y a dejar atrás a otros supuestos amos. Jesús llamó a Pedro, Santiago y Juan, todos ellos pescadores, para que dejaran sus actividades (Marcos 1:16-18), al igual que hizo con Mateo, el recaudador de impuestos (Mateo 9:9). Jesús llamó a un hombre rico para que dejara su doble ánimo vendiendo todo lo que poseía y viniera a seguirle. El hombre decidió no seguirlo y "se fue triste" (NVI), presumiblemente porque aprendió que no podía servir a dos amos: el dinero y Jesús (Mateo 19:16-22). Otras personas que conocieron a Jesús querían escucharle, presenciar y experimentar Sus milagros, pero no se comprometieron a seguirle y obedecerle sólo a Él (Juan 6: 25-71). No podían servir a dos señores.

A modo de aclaración, esto no quiere decir que no debamos tener trabajos o relaciones o administrar bien nuestras finanzas. Lo que queremos decir es que lo que impulsa nuestro comportamiento, la motivación y el propósito de nuestras vidas, debe ser Dios. En vez de vivir según las exigencias de las cosas que el mundo valora, vivimos según los valores de Dios (Colosenses 3:1-17). Para amar a Dios, debemos abandonar los falsos valores del mundo y, en ocasiones, incluso las cosas buenas del mundo que nos alejan de Dios, sin importar el costo (Mateo 10:34-39).

El autor del Eclesiastés utiliza la frase "bajo el sol" (Eclesiastés 1:3; 2:11) para describir las cosas aquí en la tierra que creemos que nos satisfacen, que nos dan sentido o propósito. De todas las cosas de la tierra, pareciera que el amor al dinero es el que tiene más fuerza, para la mayoría de las personas, a la hora de crear miedo y dudas, y ofrecer una falsa promesa de seguridad. Al parecer, pensamos que, si tenemos dinero, tenemos opciones. Y si tenemos opciones, entonces puede que no necesitemos a Dios, al fin y al cabo. Esto no es cierto. Jesús lo sabe y nos previene contra la doble moral, es decir, contra tener dos amos.

Jesús dijo: "No acumulen para sí tesoros en la tierra, donde la polilla y el óxido destruyen, y donde los ladrones se meten a robar. Más bien, acumulen para sí tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el óxido carcomen, ni los ladrones se meten a robar. Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón" (Mateo 6:19-21). Nuestro corazón no puede estar con Dios y, al mismo tiempo, afanarse en acumular riquezas materiales o éxitos terrenales. Si el mundo es nuestro amo, entonces Dios no lo es. Si Dios es nuestro amo, entonces no nos dejamos llevar por las preocupaciones del mundo. El único que nos puede satisfacer es Dios: "En cuanto a mí, veré tu rostro en justicia; estaré satisfecho cuando despierte a tu semejanza" (Salmo 17:15).

No podemos servir a dos señores porque, como dijo Jesús, acabamos odiando a uno y amando al otro. A veces uno será más importante que el otro y cuando algo es más importante para nosotros que Dios, nos ponemos en contra de Dios. Dios dice que es un Dios celoso (Éxodo 34:14) y que no comparte Su gloria con nadie (Isaías 42:8), y dice que le pertenecemos (Jeremías 32:38; Ezequiel 11:20; 1 Pedro 2:9-10). Dios no está celoso pensando en Su propio bien, Él no necesita nada (Salmo 50:9-11). Más bien está celoso por nuestro bien: "Mas esto les mandé, diciendo: Escuchad mi voz, y seré a vosotros por Dios, y vosotros me seréis por pueblo; y andad en todo camino que os mande, para que os vaya bien" (Jeremías 7:23). Jesús dijo: "Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido" (Juan 15:10-11).

Cuando decidimos servir a cualquier otro amo que no sea Dios, especialmente la idea de que podemos vivir nuestras vidas sin Dios si tenemos suficiente dinero, estamos privándonos del propósito para el que fuimos creados. Estamos destinados a ser hijos de Dios por medio de Jesucristo (Gálatas 3:26; 1 Juan 3:1; Juan 1:12) hechos para hacer grandes cosas (Efesios 2:10). Y no hay dinero que nos haga ser más o más grandes de lo que ya somos en Dios. Nuestra lealtad es a Dios, no a la riqueza. Un siervo con un corazón dividido no es un siervo de verdad. Sólo hay espacio para un amo, y sólo Dios tiene derecho a nuestra lealtad.



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