¿Qué significa amar como Jesús?

Como cristianos, tratamos de imitar a Jesús en todos los aspectos, incluso en la forma de amar. Pero, ¿qué significa eso? Primera de Juan 4:8 dice: "El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor". Este versículo nos indica que, si conocemos a Dios, seremos amorosos. Ya que Jesús es el amor de Dios encarnado, ¿qué significa para nosotros amar como Jesús? Analicemos lo que Él nos mostró.

Jesús dijo que no hay mayor amor que dar la vida por los amigos (Juan 15:13), y murió por nosotros cuando aún éramos pecadores (Romanos 5:8). Debemos amar a los demás como Él nos ha amado (Juan 13:34). A la mayoría de nosotros nadie nos obligará a morir por otra persona. Sin embargo, y en menor grado, muchas veces el amor requiere que entreguemos nuestras vidas a favor de otros, es decir, que sacrifiquemos nuestros propios deseos y prioridades por el bien de otra persona. De esta manera, estamos amando como Jesús: actuando en nombre del otro y no por egoísmo (Filipenses 2:1-11).

Jesús fue compasivo con los demás (Mateo 9:36; 14:14), y amó de manera abnegada. "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito" (Juan 3:16; cf. Romanos 8:32). Mostrar compasión a los que sufren, con nuestras palabras y acciones, es una forma de amar como Jesús. Dios nos dice: "Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran" (Romanos 12:15). Primera de Juan 3:16-17 afirma: "En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos. Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él?" La generosidad es una forma práctica de amar como Jesús. No nos aferramos a nuestros recursos, sino que estamos dispuestos a compartirlos con los demás, incluso cuando nos resulta incómodo, porque reconocemos que todo lo que tenemos viene de Dios. Depende de nosotros cómo administraremos los recursos que Él nos da (Mateo 25:14-30).

Jesús amó sin favoritismos ni discriminación, es decir, amó a Sus amigos y enemigos por igual. Amó sin importar la situación económica, el trasfondo cultural o el origen étnico. Se nos manda hacer lo mismo: "Si en verdad cumplís la ley real, conforme a la Escritura: Amarás a tu prójimo como a ti mismo, bien hacéis; pero si hacéis acepción de personas, cometéis pecado, y quedáis convictos por la ley como transgresores" (Santiago 2:8-9). No es difícil amar a las personas que son como nosotros; incluso los no creyentes lo hacen. Jesús dijo claramente que espera que amemos a los que no son como nosotros, incluso a nuestros enemigos (Lucas 6:32-36). En los Evangelios, vemos que Jesús ministró y brindó sanidad y comida a personas que luego lo traicionarían y crucificarían (Juan 13:4-5; Mateo 27:20-22). Cruzó las barreras culturales de forma decidida y atendió a los samaritanos, que eran odiados por los judíos (Juan 4). Lo que atrajo a las personas hacia Él fue, en gran parte, el amor de Jesús (Marcos 10:1; Mateo 9:35-38; Lucas 18:18).

Amar a la gente como Jesús significa que también tenemos que decirles la verdad (Efesios 4:15-16). El amor no significa una aceptación ciega de cualquier cosa que alguien haga. Jesús fue directo con los que vivían en el pecado o el engaño. Se refirió a los fariseos como "hipócritas" y "guías ciegos". (Mateo 23:13, 16). Les dijo que no por el hecho de que la persona diga que conoce a Dios significa que sea verdad: "No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos" (Mateo 7:21). Ser un verdadero creyente implica obedecer a Dios. Jesús era directo cuando se dirigía a los fariseos, aunque el motivo era el amor. Cuando Jesús habló con el joven rico, dijo que, aunque el hombre tenía buenas intenciones, amaba más su dinero que a Jesús. No estaba verdaderamente rendido (Lucas 18:18-25). Jesús fue amoroso en Su honestidad, enseñando y desafiando a los creyentes en vez de diluir la verdad para hacerlos sentir cómodos (ver 2 Timoteo 4:3). Amamos como Jesús cuando afirmamos y compartimos la verdad.

Amamos como Jesús cuando perdonamos a los demás como Cristo nos ha perdonado (Mateo 6:14; Efesios 4:32). La tendencia natural que tenemos cuando otra persona nos hiere es alimentar la herida o buscar la venganza. Esto provoca que la amargura brote en nuestros corazones, y no deja espacio para el amor. Jesús quiere que nos liberemos de la amargura y de la carga de aferrarnos a nuestras heridas (Efesios 4:26-27; Romanos 12:17-21). El perdón no significa que no haya consecuencias por nuestros pecados o los de otros, aunque cuando perdonamos a alguien significa que podemos orar por ellos y amarlos sin amargura en nuestra conciencia, como Dios manda (Colosenses 3:13; Efesios 4:32). El perdón abre la puerta a la restauración y la reconciliación.

Si amamos a los demás, ellos verán a Jesús en nosotros: "Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros" (Juan 13:34-35). Si amamos a los demás como lo hizo Jesús, seguiremos pareciéndonos más a Él. Jesús nos amó lo suficiente como para hacerse hombre, vivir una vida sin pecado, morir en la cruz y resucitar victorioso sobre el pecado y la muerte, para que todos los que pusieran su fe en Él se convirtieran en hijos de Dios y vivieran con Él para siempre (Juan 1:12; 3:16-18; Efesios 2:8-10). Su amor sobrepasa todo entendimiento (Efesios 3:14-21; Romanos 8:31-39). Que el Espíritu Santo produzca esa clase de amor en nosotros (Gálatas 5:22-23) para que podamos amar como Jesús, y que muchos más lleguen a conocer y permanecer en Su maravilloso amor.



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