Los edomitas descienden de Esaú, hermano gemelo de Jacob, a quien se profetizó que serviría a su hermano menor. Esaú, pelirrojo de nacimiento, cambió Su primogenitura por un guiso rojo, por lo que Sus descendientes fueron llamados edomitas. Edom suena como la palabra hebrea para “rojo”. Los edomitas habitaron zonas como Seir, Bozra y Sela, y tuvieron reyes antes que Israel. Los edomitas negaron el paso a los israelitas durante el éxodo y más tarde fueron subyugados por los reyes Saúl y David y controlados por varios imperios. En tiempos del Nuevo Testamento, los edomitas, ahora llamados idumeos, fueron obligados a convertirse al judaísmo y finalmente desaparecieron de la historia, cumpliéndose la profecía de Jacob gobernando sobre Esaú.
La historia de los edomitas, descendientes de Esaú, ofrece varias lecciones de vida sobre la familia, las elecciones y las consecuencias de nuestros actos. La decisión de Esaú de cambiar Su primogenitura por una gratificación inmediata tuvo repercusiones a largo plazo para Sus descendientes, lo que nos enseña la importancia de valorar los beneficios a largo plazo por encima de los deseos a corto plazo. Los caminos de Dios dan vida y son mejores que cualquier satisfacción a corto plazo que recibamos del pecado. Proverbios 14:12 nos dice: “Hay camino que al hombre le parece derecho, pero al final, es camino de muerte”. La realización a corto plazo de Esaú le dejó consecuencias a largo plazo. La eventual subyugación y desaparición de los edomitas subraya el tema del cumplimiento profético, el juicio del mal y la idea de que cada uno daremos cuenta de lo que hicimos con lo que Dios nos dio. Romanos 14:12 nos dice: “De modo que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí mismo”. Esa verdad debe cambiar nuestra forma de vivir. El llamamiento de Dios a los israelitas para que no odiaran a los edomitas pone de relieve el valor de la misericordia, la compasión y el perdón de Dios, incluso hacia quienes pueden causarnos dificultades. A pesar de la constante oposición de los edomitas a los israelitas, Dios llamó a los israelitas a seguirle, a hacer lo correcto y a no aborrecerlos. Dios nos llama a amar incluso a nuestros enemigos: “Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo”. Pero Yo les digo: amen a sus enemigos y oren por los que los persiguen, para que ustedes sean hijos de su Padre que está en los cielos; porque Él hace salir Su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos” (Mt 5,43-45).