El ego es nuestro sentido de identidad, nuestro “yo”. Aunque no es intrínsecamente malo, puede encarnar fácilmente el orgullo, ya que nuestra tendencia natural es centrarnos en nosotros mismos. La Biblia no habla del ego por su nombre, pero nos da pautas de vida que a menudo chocan con esa inclinación egocéntrica. A lo largo de las Escrituras, se demuestra que un sentido exagerado del “yo” es destructivo, como se vio en el caso de Lucifer. Dios nos llama a amarlo a Él y a amar a los demás, algo que no podemos hacer si tenemos una visión distorsionada de nosotros mismos. En cambio, estamos llamados a vivir con humildad, reconociendo quiénes somos a la luz de Cristo. Esto nos permite vivir como Cristo vivió y glorificar a Dios en todo lo que hacemos.
La Biblia nos llama a vivir con humildad. Podemos hacerlo cuando nos vemos correctamente ante Dios y en nuestra relación con los demás (Romanos 12:3). Jesús es el mejor ejemplo de humildad. Él solo hizo lo que Su Padre Dios le indicó: “Yo no puedo hacer nada por iniciativa mía; como oigo, juzgo, y mi juicio es justo porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió” (Juan 5:30). Jesús reconoció que incluso el talento y la revelación espiritual son dones de Dios (Juan 7:16). Al venir a la tierra como ser humano, Jesús “se despojó a Sí mismo tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres” (Filipenses 2:7). Vivir en humildad como Jesús lo hizo trae descanso a nuestra alma (Mateo 11:29). El verdadero propósito de la humildad es que nos permite honrar a Dios y tratar a los demás como superiores a nosotros mismos: “No hagan nada por egoísmo o por vanagloria, sino que con actitud humilde cada uno de ustedes considere al otro como más importante que a sí mismo, no buscando cada uno sus propios intereses, sino más bien los intereses de los demás” (Filipenses 2:3-4). Los mandamientos más importantes que Dios nos ha dado son amarlo a Él con todo nuestro corazón, alma y mente, y amar a los demás como a nosotros mismos (Mateo 22:37-40; Juan 15:1-17). No hay lugar para cumplir estos mandatos si permitimos que nuestro ego ocupe el primer lugar en nuestra vida.