Sí, Dios escucha nuestras oraciones. La Biblia nos lo asegura constantemente. Él es omnisciente y lo sabe todo, incluidas nuestras oraciones, ya sean en voz alta o en nuestra mente. La oración es una comunicación personal y sincera con Dios, en la que expresamos nuestros pensamientos, necesidades, gratitud y deseos, y en la que escuchamos Su respuesta mientras nos recuerda las Escrituras y las verdades que moldean nuestro corazón y nuestra mente. Dios desea que lo invoquemos, y escucha a quienes lo invocan con fervor y lo buscan con humildad. Cuando oramos, estamos llamados a hacerlo conforme a Su voluntad. Dios conoce nuestros corazones y necesidades, y responderá a nuestras oraciones según Su perfecta voluntad y a Su debido tiempo. Aunque Dios escucha todas las oraciones, la Biblia nos advierte que ciertas cosas, como persistir en el pecado o ignorar los mandamientos de Dios, pueden ser un obstáculo. Al mismo tiempo, los oídos de Dios están atentos a quienes lo buscan de verdad, invitándonos a acudir a Él en oración y a confiar en Su plan y en Sus tiempos perfectos.
Que parezca que Dios no escucha nuestras oraciones no significa que no lo haga. Un retraso en la respuesta tampoco significa necesariamente que Dios no nos escuche a causa de nuestro pecado. Muchas veces, Dios responde a nuestras oraciones de maneras inesperadas. Por ejemplo, puedes orar por un trabajo específico, pero el puesto se lo dan a otra persona porque Dios tiene algo diferente en mente para ti. O puede que ores para que te libere de una dificultad particular, pero es la voluntad de Dios que pases por esa prueba porque, a través de ella, Él trae sanidad a heridas pasadas. Si sentimos que Dios no escucha nuestras oraciones, es sabio examinar nuestro propio corazón. Cuando encontramos pecado en nuestras vidas, debemos arrepentirnos y confesarlo; Dios es fiel para perdonar (1 Juan 1:9). Pero también debemos seguir orando. Los Salmos son una buena demostración de lo honestos y vulnerables que podemos ser con Dios en la oración. Podemos admitir ante Dios que tenemos miedo de que no nos escuche y pedirle que nos muestre la razón o que nos dé paz en el silencio. En Lucas 18, Jesús “les refirió una parábola sobre la necesidad de orar siempre y no desmayar” (Lucas 18:1). Persistir en la oración, especialmente con un corazón moldeable que busca de verdad la voluntad de Dios y está dispuesto a escucharlo, es lo correcto. Recuerda que nuestra fe está en Dios, no en la forma en que oramos o en el resultado específico de nuestras oraciones. Podemos orar por cosas y resultados específicos, pero en última instancia oramos para que se haga Su voluntad. Podemos imitar a Jesús en el huerto de Getsemaní (Mateo 26:36-46). El Padre escuchó la oración de Jesús, pero no permitió que la copa pasara de Él. Aun así, Jesús fue crucificado por nosotros, y lo hizo de buena gana, debido a Su gran amor. Jesús oró para que se hiciera la voluntad de Dios, y así fue. La salvación se puso a disposición de toda la humanidad (Juan 3:16-18). Por eso, nosotros también podemos acercarnos a Dios en oración. Podemos confiar en que Él nos escucha. También podemos confiar en que Él responderá como mejor le parezca. Por lo tanto, nos sometemos a Él, nos acercamos con valentía y entusiasmo, y confiamos en Él para el resultado. Lo que más deseamos es que se haga Su voluntad y que seamos transformados para parecernos más a Él (Romanos 8:28-29).