¿Qué significa que Dios no quiere que nadie perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento (2 Pedro 3:9)?

A la hora de entender el significado de cualquier versículo de la Biblia, es importante leerlo en su contexto, comprendiendo las ideas expresadas antes y después de él, así como la forma en que encaja en el contexto de la Biblia en su totalidad. Cuando Pedro escribió que "el Señor no quiere que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento", estaba respondiendo al argumento de que Dios "tarda en cumplir su promesa" de volver a la tierra para juzgar a los injustos. El versículo completo dice: "El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento" (2 Pedro 3:9). El versículo siguiente dice: "Pero el día del Señor vendrá...y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas" (2 Pedro 3:10). Pedro está explicando que el juicio de Dios todavía está por venir, pero que este retraso es a propósito para permitir que más personas se arrepientan y se vuelvan a Él.

Este tema de la paciencia de Dios para que las personas tengan la oportunidad de arrepentirse se encuentra en toda la Biblia. Cuando Pablo escribió a los romanos, les preguntó: "¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento?". (Romanos 2:4). Aquí Pablo está explicando que, en vez de ser una licencia para seguir pecando, el retraso del juicio de Dios ha de entenderse como una oportunidad para apartarse de ese pecado. Del mismo modo, en el Antiguo Testamento, Dios envió a Jonás a los ninivitas para decirles que destruiría la ciudad cuarenta días después como respuesta a su pecado. En lugar de continuar en su pecado o perder toda esperanza, el pueblo se arrepintió. Jonás 3:10 dice: "Y vio Dios lo que hicieron, que se convirtieron de su mal camino; y se arrepintió del mal que había dicho que les haría, y no lo hizo". Aunque los ninivitas eran culpables de pecado y merecían el juicio, ya que se arrepintieron y se volvieron a Dios, Él no llevó a cabo la destrucción. En pocas palabras, Dios fue misericordioso.

Dios no se complace en la destrucción o incluso en la disciplina de las personas. En Oseas 11:8, cuando pensamos en el juicio que vendría a Israel y Judá, Dios dice: "¿Cómo podré abandonarte, oh Efraín? ¿Te entregaré yo, Israel?...Mi corazón se conmueve dentro de mí, se inflama toda mi compasión". Dios desea ser compasivo y mostrar misericordia antes que juzgar con severidad. De hecho, Dios anhela tanto la misericordia que "no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él" (Juan 3:17). Dios estuvo dispuesto a soportar las agonías de la cruz para hacer posible la misericordia y el perdón. Por eso, cuando Pedro escribió que Dios "no quiere que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento", estaba describiendo la verdad de que Dios es un Dios compasivo y misericordioso que no se complace en condenar a la gente.

Sin embargo, el siguiente versículo también expresa la verdad de que Dios es justo y Su juicio llegará a los que no se arrepientan. El simple hecho de que Dios no se deleite en condenar a ninguna persona, no significa que nadie será condenado (una idea conocida como universalismo). Que Dios "no desee" tiene un sentido de deseo más que de causar que algo suceda. La Escritura es muy clara en cuanto a que, lamentablemente, habrá quienes rechacen la oferta de salvación de Cristo (Juan 3:16-18; Mateo 25:41-46; Apocalipsis 20:11-15). De hecho, Pedro ya había hablado en su carta de la condena de los ángeles caídos, del juicio del diluvio en tiempos de Noé y de la destrucción de Sodoma y Gomorra (2 Pedro 2:4-6) como ejemplos del justo juicio de Dios sobre los injustos. De estos ejemplos, concluye que: "sabe el Señor librar de tentación a los piadosos, y reservar a los injustos para ser castigados en el día del juicio" (2 Pedro 2:9).

Este sentimiento debía ser un estímulo para los cristianos de la época de Pedro, que se enfrentaban a la persecución bajo el emperador romano Nerón. Habían creído que Jesús regresaría para traer el juicio mientras ellos vivían, y el hecho de que aún no hubiera regresado dejaba a los creyentes expuestos a la falsa idea de que el juicio de Dios nunca llegaría. Sin embargo, Pedro confirma que "el día del Señor vendrá" y que los lectores deben considerar "que la paciencia de nuestro Señor es para salvación" (2 Pedro 3:10, 15). Su demora en venir es la salvación ya que nos da tiempo para apartarnos de nuestro pecado y volvernos a Dios confiando en la obra de Jesús en la cruz para nuestra salvación. Jesús declaró: "si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente" (Lucas 13:3). Así que, siguiendo la súplica de Jesús, digamos: "Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado" (Mateo 4:17).



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