Mateo, también conocido como Leví, era un recaudador de impuestos de Cafarnaúm a quien Jesús llamó para que fuera su discípulo. De inmediato, dejó su trabajo y su riqueza para seguir a Jesús, una decisión que se destaca en los tres evangelios sinópticos. Después de su llamado, Mateo organizó un banquete para Jesús, invitando a otros recaudadores de impuestos y pecadores, lo que provocó las críticas de los fariseos. Jesús lo defendió afirmando que Su misión era llamar a los pecadores al arrepentimiento. La vida de Mateo demuestra la importancia de renunciar a las ganancias y comodidades materiales para seguir a Cristo de todo corazón.
A los ojos del mundo, Mateo podía parecer un candidato poco probable para ser discípulo de Jesús. Los fariseos basaban su norma de santidad en las obras de justicia propia, expectativas que nadie podía cumplir. Por otro lado, los romanos admiraban la riqueza y el poder, y Mateo, como recaudador de impuestos, había alcanzado cierto éxito en ese sentido.
Sin embargo, Mateo reconoció su pecado y su necesidad de un Salvador. Renunció a las riquezas de este mundo por el regalo de la eternidad con Dios (Mateo 19:16-22). Desde la perspectiva de Dios, Mateo era la persona indicada para la tarea. Como futuro líder de la iglesia, sería capaz de mostrar a los incrédulos que necesitaban el perdón de sus pecados, que Jesús murió en la cruz para pagar el precio por ellos y que solo creyendo en Él obtendrían la salvación.
La vida de Mateo nos muestra la importancia de dejar todo lo demás para seguir a Cristo. Su ejemplo demuestra que el verdadero discipulado requiere morir a uno mismo y tomar nuestra cruz para seguirlo (Mateo 16:24-26). Requiere obediencia al llamado de Dios por encima de las comodidades y posesiones mundanas. Seguir a Cristo de todo corazón puede significar renunciar a la seguridad personal, pero la vida abundante que se obtiene como resultado supera con creces todo lo que se deja atrás.