¿Por qué Dios permite la enfermedad?

La enfermedad puede ser un tema difícil. Pensamos que un Dios bueno y amoroso no permitiría la enfermedad, y sin embargo sabemos que la enfermedad está ahí. Podríamos llegar a pensar que la enfermedad es el resultado del pecado de una persona. Aunque a veces puede ser así, la enfermedad normalmente es el resultado de vivir en un mundo caído. Entonces, ¿por qué Dios permite esto?

Juan 9 relata cómo Jesús sanó a un hombre que era ciego de nacimiento. Los discípulos de Jesús le preguntaron si la ceguera del hombre se debía a su pecado o al de sus padres. Jesús respondió: "No es que pecó este, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él" (Juan 9:3). En este caso, Dios permitió la enfermedad para mostrar Su gloria.

Si confiamos en la soberanía y la bondad de Dios, sabemos que nada ocurre fuera de Su voluntad (Mateo 10:29; Efesios 1:11; Job 42:2), y también sabemos que todo lo que Él hace está motivado por el amor (1 Juan 4:8; Lucas 18:19). Por consiguiente, en ocasiones la enfermedad tiene que encajar en Su voluntad y en Su naturaleza amorosa. Esto no quiere decir que Dios sea la causa de la enfermedad. Como ya se ha dicho, a veces la enfermedad es sólo el resultado natural de vivir en un mundo estropeado por el pecado. A veces la enfermedad también puede ser un ataque de Satanás (Mateo 17:14-18; Lucas 13:10-16). Se puede utilizar la enfermedad para probar y refinar nuestra fe, como ocurrió con las pruebas de Job. Por otra parte, la enfermedad puede ser una forma de disciplina, una demostración tangible de vida imperfecta que nos lleva a una mayor dependencia y obediencia a Dios (ver el Salmo 119:65-72).

Es importante recordar que los caminos de Dios no son los nuestros (Isaías 55:8-9). En muchas ocasiones no entendemos exactamente por qué Dios permite que las cosas sucedan o hace que las cosas sucedan de cierta manera. No obstante, conocemos a Dios y podemos confiar en Su carácter. Él está con nosotros (Romanos 8:31-32). También "sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos" (Romanos 8:28-29). Incluso en una enfermedad que podemos no entender, podemos confiar en que en el tiempo de Dios esa enfermedad quedará curada. Dios hará que sea parte de Su propósito para nuestras vidas y para Su gloria.

Una salvedad. Con frecuencia, esta verdad no resulta muy reconfortante para alguien que se encuentra en medio de una enfermedad. Sí, Dios conoce Su propósito en la enfermedad y que las cosas resultarán para nuestro bien y Su gloria, aunque ese propósito no siempre es evidente para nosotros. Es lógico que pasemos por momentos en los que cuestionemos a Dios y tengamos sentimientos de dolor. Dios no se ofende cuando derramamos nuestros corazones ante Él. Podemos acercarnos a Dios con nuestras enfermedades, pedirle que nos sane y compartir con Él nuestro dolor. ¡Mira los Salmos! Podemos ser sinceros con Dios y a la vez confiar en Su bondad y fidelidad. Dios no reacciona con dureza a nuestras emociones (Juan 11:35; Salmo 56:8); Él se preocupa por nosotros y nos invita a entregarle nuestras luchas (1 Pedro 5:7).



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