¿Por qué hay tanto antisemitismo en el mundo?

En resumen:

El mundo siempre ha odiado al pueblo judío por el lugar especial que ocupa en el corazón de Dios. Los judíos siempre han formado parte del plan redentor de Dios para traer la salvación al mundo.

¿QUÉ DICE LA BIBLIA?

Aunque técnicamente el antisemitismo puede definirse como el odio a todos los descendientes de Sem (Génesis 11:10-26), que incluye a Israel y a los ismaelitas (Génesis 21:12-21), se entiende más comúnmente como una fuerte oposición a la nación de Israel. El antisemitismo (odio contra los judíos) es único; ningún odio contra otro grupo de personas puede compararse con él. En primer lugar, está su longevidad. El odio a los judíos existe desde hace mucho tiempo. Los babilonios, los persas, los asirios, los egipcios, los hititas y los nazis han intentado destruir al pueblo judío. En segundo lugar, está su universalidad. Los judíos son despreciados prácticamente en todo el mundo. La historia ha demostrado que, en distintos momentos de los últimos 1,700 años, los judíos han sido expulsados de más de ochenta países diferentes. En tercer lugar, está su intensidad. El antisemitismo siempre se ha expresado de forma especialmente virulenta. En este sentido, el antisemitismo del mundo refleja su odio hacia Dios.

DEL ANTIGUO TESTAMENTO

DEL NUEVO TESTAMENTO

IMPLICACIONES PARA HOY

La verdadera razón por la que el mundo odia a los judíos la explica el apóstol Pablo. Hablando de ellos, dice: “que son israelitas, a quienes pertenece la adopción como hijos, y la gloria, los pactos, la promulgación de la ley, el culto y las promesas, de quienes son los patriarcas, y de quienes, según la carne, procede el Cristo, el cual está sobre todas las cosas, Dios bendito por los siglos. Amén” (Romanos 9:4-5). El mundo odia a los judíos porque el mundo odia a Dios. Dios usó a los judíos para traer Su Palabra, la Ley y la moralidad a un mundo de pecado. Fue a través de los judíos que Dios envió a Su Hijo para cumplir la Ley y redimir a la humanidad, ofreciendo la salvación y la liberación del pecado. El mensaje confiado a los judíos transforma el mundo en última instancia. Sin embargo, es este mismo mensaje el que provoca la ira de aquellos que darían hasta el último gramo de sus fuerzas para resistirse a él. Quienes desean aferrarse a su pecado no pueden destruir a Dios ni a Su santa Ley, por lo que intentan destruir a Sus mensajeros. A pesar de todos los esfuerzos por destruir a los judíos, Dios no ha terminado con Israel. Algún día, la nación de Israel reconocerá a Cristo como su Salvador y se volverá a Él (Romanos 11:26), y esto no puede suceder si Israel ya no existe. Dios siempre ha preservado al menos un remanente de los judíos y continuará haciéndolo hasta que Su plan final llegue a buen término. Ningún antisemitismo frustrará el plan de Dios para el pueblo judío.

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