¿Quién fue Amán el agageo en la Biblia?
En resumen:
Amán el agageo ascendió al poder en Persia y encontró la muerte por su propia arrogancia. Los planes frustrados de Amán para destruir a los judíos nos recuerdan que Dios es soberano y tiene el control.
¿QUÉ DICE LA BIBLIA?
El libro de Ester narra la historia de Amán el agageo, un funcionario de la corte del rey Asuero que planeaba aniquilar a los judíos. Cuando un exiliado judío llamado Mardoqueo se negó a someterse a Amán, quien había sido ascendido por el rey, este conspiró para exterminar al pueblo judío, convenciendo al rey de que firmara un decreto para su destrucción. Ester, la hija adoptiva de Mardoqueo que se había convertido en reina, se acercó valientemente al rey sin ser invitada para abogar por su pueblo y finalmente reveló el complot de Amán. El rey, enfurecido por las acciones de Amán, ordenó su ejecución en la horca que el mismo Amán había construido para Mardoqueo. Posteriormente, Mardoqueo fue elevado a la posición de Amán, y un nuevo decreto permitió a los judíos defenderse, lo que condujo a su victoria y a la preservación de su pueblo. La vida de Amán nos recuerda la necedad del orgullo y la importancia de reconocer la soberanía de Dios.
DEL ANTIGUO TESTAMENTO
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El libro de Ester señala varias veces que Amán era agageo, lo que muchos eruditos interpretan como un descendiente del rey amalecita Agag (Ester 3:1; 8:3, 5; 9:24). Esto es significativo porque, siglos antes, al rey Saúl se le había ordenado destruir a todos los amalecitas (1 Samuel 15:1-3). Saúl desobedeció, perdonando la vida al rey Agag y a muchas cosas que consideraba valiosas (1 Samuel 15:9). El profeta Samuel tuvo que ejecutar a Agag (1 Samuel 15:33), pero parece que la obediencia incompleta de Saúl permitió que algunos de los descendientes de Agag sobrevivieran. Amán el agageo y su intento de genocidio contra los judíos nos recuerdan la importancia de obedecer a Dios por completo.
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A Amán se le menciona por primera vez en Ester 3:1: “Después de esto el rey Asuero engrandeció a Amán, hijo de Hamedata el agagueo, y lo ensalzó y estableció su autoridad[a] sobre todos los príncipes que estaban con él”. Amán se había convertido en uno de los principales consejeros del rey, y este ordenaba que todos se inclinaran ante él. Cuando Amán se dio cuenta de que Mardoqueo, el padre adoptivo de Ester, no se inclinaba, se enfureció (Ester 3:5). Como judío, Mardoqueo conocía el mandamiento de Dios sobre no inclinarse ante nadie que no fuera el Señor (Éxodo 20:4-5), así que se mantuvo firme en silencio mientras todos los demás se inclinaban ante Amán como si fuera un dios.
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Amán le sugirió al rey Asuero un malvado plan para destruir a Mardoqueo y a toda la raza judía, a quienes describió como alborotadores (Ester 3:6, 8). El rey, sin conocer los verdaderos motivos de Amán, firmó una proclama según la cual, en un día determinado, el pueblo persa podría sublevarse, matar a sus vecinos judíos y apoderarse de sus posesiones (Ester 3:13). A los judíos no se les permitiría defenderse.
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Cuando Mardoqueo se enteró del edicto del rey, se sintió desconsolado e inmediatamente le envió un mensaje a su hija adoptiva, la reina Ester, pidiéndole ayuda. Ester tenía miedo de presentarse ante el rey sin haber sido convocada, pero, cobrando valor por las palabras de Mardoqueo, hizo su famosa declaración: “Y así iré al rey, lo cual no es conforme a la ley; y si perezco, perezco” (Ester 4:16). Les pidió a todos los exiliados judíos que ayunaran por ella durante tres días.
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La reina Ester solicitó una reunión con el rey, quien se la concedió (Ester 5:1-2). A continuación, invitó al rey y a Amán a un banquete. El rey estaba encantado con la invitación, y también Amán, que presumía ante su esposa y sus amigos de lo importante que era (Ester 5:11-12). En el banquete, Ester pidió que el rey y Amán asistieran a otro banquete la noche siguiente. De camino a casa, Amán estaba “alegre y de buen humor” (Ester 5:9). Sin embargo, cuando volvió a ver que Mardoqueo se negaba a inclinarse ante él, se llenó de una ira asesina. Por sugerencia de su esposa, Amán erigió una horca gigante, de más de veinte metros de altura, en la que planeaba ejecutar a Mardoqueo.
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Aunque no se le menciona por nombre, Dios, en Su obra soberana en el corazón de los hombres, dispuso que el rey tuviera insomnio esa noche (Ester 6:1). El rey Asuero pidió que le leyeran las crónicas del reino y así se enteró de que Mardoqueo había descubierto un complot de asesinato contra él tiempo atrás. El rey se dio cuenta de que nunca había honrado al hombre que le salvó la vida. Mientras reflexionaba sobre cómo rectificar este descuido, Amán entró con la intención de pedirle permiso para colgar a Mardoqueo. En lugar de eso, el rey le preguntó a Amán: “¿A quién desearía el rey honrar más que a mí?” (Ester 6:6).
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El arrogante Amán, pensando que el rey se refería a él, respondió: “Amán respondió al rey: «Para el hombre a quien el rey quiere honrar, que traigan un manto real con que se haya vestido el rey, y un caballo en el cual el rey haya montado y en cuya cabeza se haya colocado una diadema real; y el manto y el caballo sean entregados en mano de uno de los príncipes más nobles del rey, y vistan al hombre a quien el rey quiere honrar, lo lleven a caballo por la plaza de la ciudad y anuncien delante de él: “Así se hace al hombre a quien el rey quiere honrar” (Ester 6:7-9). “Entonces el rey dijo a Amán: «Toma presto el manto y el caballo como has dicho, y hazlo así con el judío Mardoqueo, que está sentado a la puerta del rey. No omitas nada de todo lo que has dicho” (Ester 6:10). Amán se vio forzado a guiar al hombre que odiaba sobre el propio caballo del rey, honrándolo por las calles como él mismo deseaba ser honrado. Amán regresó a su casa, humillado.
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En el segundo banquete, el rey estaba tan complacido con su gentil y bella esposa que le dijo que podía pedirle lo que quisiera, incluso la mitad de su reino (Ester 7:2). Ester le contó al rey Asuero el malvado complot de Amán para destruir a su pueblo. Señalándolo, le dijo: “¡El adversario y enemigo es este malvado Amán!” (Ester 7:6).
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El rey se enfureció tanto que salió de la habitación. Mientras estaba fuera, Amán, temiendo por su vida, se arrojó a los pies de Ester suplicando clemencia. Cuando el rey volvió a entrar y vio a Amán en esa posición, su furia llegó al límite. “¿Aún se atreve a hacer violencia a la reina estando yo en la casa?”, exclamó, y Amán fue sentenciado a muerte de inmediato (Ester 7:8). Los guardias se llevaron a Amán a la misma horca que había construido para Mardoqueo (Ester 7:10), y allí fue ejecutado.
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Mardoqueo ayudó al rey a redactar otra proclama que permitiría a los judíos congregarse y defenderse de cualquier agresor (Ester 8), anulando así el destructivo edicto de Amán. Los judíos salieron victoriosos. Ester recibió la hacienda de Amán, y Mardoqueo fue ascendido al puesto de Amán como principal consejero del rey Asuero (Ester 10:3).
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El destino de Amán es un ejemplo de justicia poética y retribución divina. Lo que Amán diseñó para el mal, Dios lo utilizó para el bien en la vida de las personas que confiaron en Él (Génesis 50:20).
DEL NUEVO TESTAMENTO
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Amán no se menciona en el Nuevo Testamento.
IMPLICACIONES PARA HOY
La vida de Amán el agageo en la Biblia nos enseña sobre el peligro del orgullo y la importancia de la humildad. El ascenso de Amán al poder en Persia se vio empañado por su profunda arrogancia y odio, en particular hacia Mardoqueo, que se negó a inclinarse ante él. La arrogancia de Amán lo llevó a idear un plan para exterminar al pueblo judío, un plan basado en la venganza personal más que en la justicia o la verdad. Sin embargo, su plan fracasó estrepitosamente, y él mismo fue ejecutado en la horca que había construido para Mardoqueo. Dios nos dice que se opone a los soberbios, pero da gracia a los humildes (1 Pedro 5:5-6; Santiago 4:6-7). Santiago escribe: “Humíllense en la presencia del Señor y Él los exaltará” (Santiago 4:10). El relato de Amán nos recuerda que el orgullo puede cegarnos ante las consecuencias de nuestras acciones, y que la humildad y la integridad son lo que Dios valora y honra. Además, la vida de Amán resalta la soberanía de Dios, quien puede transformar incluso las intenciones más maliciosas en resultados que defienden la justicia y protegen a los inocentes.
COMPRENDE
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Amán era un agageo, descendiente de los amalecitas, a quienes el rey Saúl debía haber destruido por completo debido a su maldad.
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Amán ascendió al poder, pero permitió que su orgullo se convirtiera en su perdición.
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El orgullo de Amán dio paso a un complot para aniquilar a los judíos porque un solo hombre, Mardoqueo, no se inclinó ante él. Sin embargo, Dios en Su soberanía protegió a los judíos a través de la valiente, fiel y sabia reina Ester.
REFLEXIONA
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¿En qué áreas de tu vida puede el orgullo estar influyendo en tus decisiones y acciones, y cómo puedes cultivar la humildad en su lugar?
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¿Cómo respondes cuando te enfrentas a situaciones que te parecen injustas o cuando los demás no te muestran el respeto que crees merecer?
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Reflexiona sobre alguna ocasión en la que hayas presenciado o experimentado las consecuencias de la arrogancia. ¿Cómo reforzó esa situación para ti la importancia de la humildad?
PONLO EN PRÁCTICA
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El orgullo provocó que Satanás cayera del cielo (1 Timoteo 3:6). En la Biblia se nos advierte repetidamente sobre el orgullo y la caída que le sigue. ¿De qué manera el desenlace de Amán revela el poder destructivo del orgullo?
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¿Qué podemos aprender de la caída de Amán sobre los peligros de permitir que las venganzas personales dirijan nuestras decisiones y acciones?
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¿Cómo ilustra la historia de Amán y Mardoqueo el concepto de la justicia divina y la soberanía de Dios en la Biblia?
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