Si las cosas suceden por casualidad, entonces nuestras acciones no importan. La Biblia, sin embargo, no deja lugar a la casualidad; en cambio, nos consuela saber que Dios actúa activamente en nuestras vidas para nuestro bien y Su gloria.
Dios es soberano. Él es el Alfa y la Omega, omnisciente y todopoderoso (Apocalipsis 22:13; Romanos 11:33-36; Job 42:1-2). Desde el principio del Génesis hasta el final del Apocalipsis, es evidente que Dios tiene el control. La Biblia no deja lugar a la casualidad y afirma que Dios es soberano, omnisciente y todopoderoso (Apocalipsis 22:13; Job 42:1-2). Sin embargo, la Biblia también deja claro que nuestras acciones importan. Aunque el término “coincidencia” puede aparecer en las Escrituras, como en la parábola del Buen Samaritano (Lucas 10), refleja la perspectiva humana más que la intención divina, pues Dios ya conoce los resultados. Acontecimientos concretos, como Moisés junto a la zarza ardiente (Éxodo 3) y la llegada de Jesús a Jerusalén durante la Pascua (Apocalipsis 13:8), ponen de manifiesto Su tiempo y Sus planes precisos. Nos consuela saber que Dios teje activamente nuestras vidas para nuestro bien y Su gloria, asegurándonos que nada es aleatorio en Su economía divina.
Dios tiene un plan. Él entreteje todos los acontecimientos y todas las decisiones para Su propósito mayor de redimir a Su creación y reunirse con ella. Que Moisés se encontrara con una zarza ardiente no fue una coincidencia (Éxodo 3). Dios quería encontrarse con él allí. Que Abraham encontrara un carnero para sacrificar en lugar de su hijo no fue una coincidencia. Dios sabía que Abraham le sería fiel y le proporcionó un sacrificio alternativo (Génesis 22). La llegada de Jesús a Jerusalén la semana de la Pascua no fue una coincidencia. Porque Jesús mismo ocuparía el lugar del cordero pascual, destruyendo para siempre el poder del pecado con Su sacrificio final. En Isaías 46:9-11, Dios dice: “Acuérdense de las cosas anteriores ya pasadas, Porque Yo soy Dios, y no hay otro; Yo soy Dios, y no hay ninguno como Yo, que declaro el fin desde el principio, Y desde la antigüedad lo que no ha sido hecho. Yo digo: “Mi propósito será establecido, Y todo lo que quiero realizaré”. Podemos consolarnos sabiendo que Dios tiene un plan para nuestras vidas. En momentos de incertidumbre o cuando enfrentas desafíos, puedes confiar en que Dios está orquestando cada detalle para nuestro bien y Su gloria (Romanos 8:28). Reconocer Su mano en nuestras circunstancias puede cambiar nuestra perspectiva, ayudándonos a aferrarnos a la fe por encima del miedo. A medida que buscamos vivir de acuerdo con Sus propósitos, podemos encontrar paz en la seguridad de que nada es al azar en la economía de Dios: cada acontecimiento es una oportunidad de crecimiento, revelación y conexión más profunda con Él.