Durante el siglo I a. C., Hilel el Anciano y Shamai fueron destacados rabinos judíos conocidos por sus interpretaciones opuestas de la ley judía. Las interpretaciones de Shamai se inclinaban hacia una adhesión estricta a los rituales del templo, mientras que Hilel hacía hincapié en la compasión y el bienestar individual. La conservación de ambas perspectivas en la tradición judía resalta su validez en diferentes contextos. Después del año 70 d. C., con la destrucción del templo, las interpretaciones más prácticas de Hilel pasaron a predominar en la ley judía tradicional. Las enseñanzas de Jesús, sin embargo, superaron las meras interpretaciones rabínicas, destacando el amor a Dios y a los demás como principios fundacionales (Mateo 22:37-40). Así pues, los cristianos dan prioridad a las enseñanzas de Jesús sobre las de Hilel y Shamai, y consideran la Biblia como la fuente última de verdad y sabiduría para la fe y la salvación (2 Timoteo 3:15-17).
Dado que los cristianos siguen las enseñanzas de Jesús, no consideran autoritaria ni la interpretación de Hilel ni la de Shamai sobre la ley judía y no siguen ninguna enseñanza concreta del Talmud. La Biblia sigue siendo nuestra fuente de verdad, ya que “acrisolada es la palabra del Señor” (Salmo 18:30) y las Sagradas Escrituras “Desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden dar la sabiduría que lleva a la salvación mediante la fe en Cristo Jesús” (2 Timoteo 3:15). A lo largo de la Biblia, Dios llama repetidamente a Su pueblo a seguir Su ley como expresión de amor y obediencia. En el Antiguo Testamento, pasajes como Deuteronomio 6:5-9 enfatizan la importancia de la devoción de todo corazón a los mandamientos de Dios, enseñándolos diligentemente a las generaciones futuras. El Salmo 119 alaba a quienes caminan irreprensiblemente en la ley de Dios, encontrando bendiciones en guardar Sus testimonios. En el Nuevo Testamento, Jesús reafirma los mandamientos fundamentales de amar a Dios con todo nuestro ser y de amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos (Mateo 22:37-40). Él enseña que el amor a Él se demuestra mediante la obediencia a Sus mandamientos (Juan 14:15), que encierran principios de rectitud y amor a los demás (Romanos 13:8-10). Así pues, la llamada de Dios a seguir Su ley, sin interpretaciones rabínicas, está arraigada en amar a Dios y amar a los demás. Al hacerlo, reflejamos Su carácter y Su voluntad para la humanidad.