Caín es el primer hijo de Adán y Eva cuyo nombre se menciona, y es conocido como el primer asesino de la Biblia (Génesis 4). Él labraba la tierra mientras que su hermano Abel cuidaba ovejas. Cada uno llevó una ofrenda al Señor, pero Dios rechazó la de Caín, lo que lo enfureció. Dios le advirtió a Caín sobre su ira y le dio la oportunidad de hacer lo correcto, pero Caín eligió ceder a su enojo y asesinó a su hermano. Por su pecado, Caín recibió un castigo que incluía tener dificultades para trabajar la tierra y convertirse en un fugitivo errante. El Nuevo Testamento habla de Caín de forma negativa, advirtiéndonos que no actuemos como él. El pecado trae destrucción para nosotros y para los demás.
La vida de Caín revela la destrucción que trae el pecado. Santiago nos dice que “cada uno es tentado cuando es llevado y seducido por su propia pasión. Después, cuando la pasión ha concebido, da a luz el pecado; y cuando el pecado es consumado, engendra la muerte” (Santiago 1:14-15). Cuando nuestros deseos no están arraigados en lo que es bueno y verdadero, ceder a ellos, como hizo Caín, trae destrucción para nosotros y para los demás. Dios nos da la oportunidad de rechazar la tentación de nuestros deseos pecaminosos. Le dio a Caín la oportunidad de hacer lo correcto y de dominar sus deseos (Génesis 4:7), y hace lo mismo por nosotros. Primera de Corintios 10:13 nos dice: “No les ha sobrevenido ninguna tentación que no sea común a los hombres. Fiel es Dios, que no permitirá que ustedes sean tentados más allá de lo que pueden soportar, sino que con la tentación proveerá también la vía de escape, a fin de que puedan resistirla”. Siempre que somos tentados, Dios nos da la oportunidad de apartarnos y hacer lo correcto. A los creyentes, el Espíritu Santo nos capacita para no vivir según nuestra naturaleza pecaminosa: “Así que, hermanos, somos deudores, no a la carne, para vivir conforme a la carne. Porque si ustedes viven conforme a la carne, habrán de morir; pero si por el Espíritu hacen morir las obras de la carne, vivirán” (Romanos 8:12-13). La verdadera vida se encuentra en vivir a la manera de Dios.