Dios creó a Adán como la primera persona (Génesis 1:27). Lo creó a Su imagen y le encomendó la tarea de cuidar y mantener el jardín (Génesis 2:8, 15). Dios creó a Eva a partir de Adán, pues dijo: “No es bueno que el hombre esté solo” (Génesis 2:18). Adán desobedeció a Dios y comió del fruto que Eva le dio del árbol del conocimiento del bien y del mal (Génesis 2:15-17; 3:1-19). Como resultado, el pecado y la muerte entraron en el mundo (Romanos 5). A pesar de ello, Dios prometió la salvación (Génesis 3:14-15, 20-24) y cumplió Su promesa por medio de Jesús (1 Corintios 15:45-58). El linaje de Adán conecta con Jesús, a quien la Biblia describe como el “último Adán”, que ofrece la redención del pecado (Lucas 3:23-38; 1 Corintios 15:21-22, 45; Efesios 1:3-10). Por medio de Jesús, se anulan las consecuencias funestas del pecado de Adán, ofreciendo gracia y justicia a todos los que creen. Si bien el pecado entró en el mundo a través de Adán y sus consecuencias aún persisten, la gracia abunda para muchos mediante Jesús. Esta narración destaca la caída de la humanidad, la promesa de redención y el papel fundamental de Jesús como el último Adán.
Dios nos creó a todos, al igual que a Adán, a Su imagen. A causa de Adán, todos somos pecadores y estamos separados de Dios. Aunque todos nacemos a semejanza de Adán —pecadores, separados de Dios y destinados a morir—, ese no es el final de la historia. Mientras que el primer Adán trajo la muerte, el último Adán (Jesús) nos trajo la vida. Jesús ha vencido al pecado y a la muerte en la cruz y mediante Su resurrección (1 Corintios 15:20-28, 56-57). Todos los que ponen su fe en Él se convierten en nuevas criaturas, reconciliadas con Dios (2 Corintios 5:17-21). Aunque en otro tiempo estábamos muertos en nuestros pecados, “Dios, que es rico en misericordia, por Su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia ustedes son salvos), y juntamente con Él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de Su gracia en Su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. Porque por gracia ustedes son salvos por medio de la fe; y esto no de ustedes, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. Porque somos hechura Suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (Efesios 2:4-10).