¿Cuál es el propósito de la oración?

El propósito de la oración es hablar con Dios. Cuando comunicamos nuestras necesidades, inquietudes, gratitud, alabanzas y peticiones al Padre, construimos una relación con Él que se basa en la fe de que Él escucha, ve, conoce y puede actuar (Hebreos 4:14-16; 10:19-23; Lucas 11:9-13; 1 Juan 5:14-15). Así como llegamos a conocer a otras personas entablando una conversación, también desarrollamos nuestra comunicación con Dios manteniendo un diálogo a través de la oración.

Sin embargo, el propósito de la oración también es alinear nuestros corazones, mentes y voluntades con Dios. El mejor ejemplo de esto es el de Jesús cuando oró en el huerto de Getsemaní la noche antes de ser crucificado: "Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú" (Mateo 26:39). Jesús llevó Su dolor y deseo de evitar la cruz a Dios Padre, pero se doblegó con humildad a la voluntad de Dios (Filipenses 2:6), que era el plan de salvación para la humanidad (Juan 10:10-18; Lucas 1:76-78).

Dios quiere que le presentemos todos nuestros deseos, miedos y preocupaciones (Mateo 11:28), y después quiere que ese intercambio con Él nos cambie (Romanos 12:2). Si limitamos nuestras oraciones a una lista de lo que queremos que Dios haga por nosotros, nos daremos cuenta de que nuestras oraciones se vuelven endebles y repetitivas. Si llevamos esas mismas peticiones a Dios y luego le preguntamos cuál podría ser Su voluntad para esa situación, abrimos la puerta a una relación más profunda con nuestro Padre celestial. También damos cabida en nuestros corazones y mentes al Espíritu Santo para que nos transforme de dentro hacia fuera (Romanos 8:26). La oración forma parte del modo en que Dios cumple Sus propósitos en nuestros corazones y en el mundo.

La oración es para alabar (Salmo 150).

La oración es para pedir (Salmo 86:16).

La oración es para el arrepentimiento (Salmo 25:18).

La oración es para el dolor (Salmo 6:2).

La oración es para dar gracias (Filipenses 4:6).

La oración es para relacionarnos (Salmo 19:14).

Jesús nos dio un modelo de oración que podemos seguir incluso hoy en día en Mateo 6:9-13: "Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal".

En la oración de Jesús vemos los diferentes aspectos de la oración, desde la adoración hasta la petición y el arrepentimiento. Jesús también advirtió contra la repetición innecesaria, el exceso de palabras y la ostentación en lugares públicos (Mateo 6:6-8). Una vez más, en su forma más básica, la oración es para relacionarse con Dios. No utilizaríamos un guión si fuéramos a tomar un café con un amigo. Estaríamos relajados y seríamos sinceros con ellos y también quisiéramos saber qué sienten.

Y cuando no sabemos qué decir o cómo orar, la Biblia nos garantiza que el Espíritu Santo intercede continuamente por nosotros "con gemidos indecibles" (Romanos 8:26). Esto nos muestra que, aunque hay un lado práctico en nuestra conversación con Dios, también hay un lado misterioso que el Espíritu Santo aporta y que nosotros no podemos.

El Nuevo Testamento contiene muchos ejemplos que animan a orar en todas las situaciones tan a menudo como sea posible (Lucas 18:1). La Biblia también está llena de ejemplos de oración, como por ejemplo los Salmos, 1 Crónicas 4:10, 2 Reyes 19:14-19, Isaías 63:7-64:12, Juan 17, Hechos 4:24-30, Efesios 1:15-23, Efesios 3:14-21, Efesios 6:18-19 y Santiago 5:13-18. Primera de Tesalonicenses 5:17 lo resume muy bien: "Orad sin cesar".



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