¿Funciona la ley de la atracción? ¿Qué es El Secreto?

En resumen:

La Ley de la Atracción, arraigada en el movimiento del Nuevo Pensamiento, afirma que los pensamientos y deseos positivos pueden manifestar salud, riqueza y éxito al alinearse con una energía divina presente en todo. La Ley de la Atracción se basa en una filosofía gnóstica y contradice la enseñanza bíblica de que la voluntad de Dios —no el pensamiento humano— guía los resultados.

¿QUÉ DICE LA BIBLIA?

La Ley de la Atracción, popularizada por el libro de Rhonda Byrne El Secreto, afirma que los pensamientos positivos pueden manifestar salud, riqueza y éxito al alinearse con la energía divina, pero esta filosofía contradice las enseñanzas bíblicas. Las Escrituras enfatizan que Dios, no el pensamiento humano, determina los resultados, y que Su voluntad, no nuestros deseos, da forma a la realidad. La Biblia rechaza la idea de que los humanos puedan manipular las fuerzas divinas, como se ve en versículos como Isaías 45:5-7, Salmo 37:4 y Mateo 6:19-21. La Ley de la Atracción refleja una filosofía de tipo gnóstico, que promueve la ilusión del control sobre la vida y distorsiona el carácter de Dios. Los cristianos están llamados a confiar en la soberanía de Dios y buscar Su voluntad, reconociendo que el verdadero éxito radica en la fidelidad a Él, no en la riqueza material o el éxito mundano.

DEL ANTIGUO TESTAMENTO

DEL NUEVO TESTAMENTO

IMPLICACIONES PARA HOY

La Ley de la Atracción y El Secreto apelan al orgullo humano, ofreciendo la ilusión del control sobre las circunstancias de la vida. Estas enseñanzas mezclan pseudociencia, misticismo de tipo gnóstico y teología distorsionada, promoviendo la autosuficiencia en lugar de la dependencia de Dios. Estas ideas son peligrosas, especialmente cuando se mezclan con el cristianismo, ya que alejan a los creyentes de la verdad bíblica y los conducen al engaño espiritual. Si bien es cierto que centrarse en un objetivo puede influir en el esfuerzo y los resultados, esto es simplemente el resultado de la psicología humana natural, no de la intervención divina. Las bendiciones de Dios no son transaccionales; fluyen de Su gracia, no del pensamiento o la manipulación humana (Efesios 2:8-9). Los creyentes deben rechazar las filosofías que distorsionan el carácter de Dios y prometen el éxito mundano como medida de la fe. En cambio, los cristianos están llamados a confiar en la soberanía de Dios, buscar Su voluntad y encontrar alegría en Sus propósitos eternos. Jesús ejemplificó una vida de rendición a la voluntad del Padre, incluso cuando le llevó al sufrimiento. Para los cristianos, el verdadero éxito no reside en la riqueza material, sino en la fidelidad a la llamada de Dios y en las recompensas eternas.

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