¿Qué significa cuando Dios le dice a Adán: “Porque polvo eres y en polvo te convertirás” en Génesis 3:19?

En resumen:

En Génesis 3:19, Dios condena a Adán y a toda la humanidad a la muerte física, es decir, un regreso al polvo, porque Adán pecó al desobedecer a Dios. La expiación de Cristo por el pecado de la humanidad rescató a los creyentes de la tumba para darles vida eterna.

¿QUÉ DICE LA BIBLIA?

En Génesis 3:19 Dios le dice a Adán: “Pues polvo eres, Y al polvo volverás”. En pocas palabras, los seres humanos morirán físicamente. A causa del pecado de Adán, todos estamos bajo la maldición de la muerte, tanto espiritual como física (Romanos 5:8-12). Pero por la gracia de Dios, Jesucristo —nuestro Salvador— ha vencido al pecado y a la muerte, aplastando la cabeza de la serpiente (como se prometió en Génesis 3:15). Él ha dispuesto que todos los que crean en Él tengan una nueva vida, sean una nueva criatura, nazcan de nuevo y nunca experimenten la muerte espiritual. Jesús dijo: “En verdad les digo: el que cree, tiene vida eterna” (Juan 6:47). Esa vida nueva y eterna comienza incluso en esta vida (2 Corintios 5:17). Aunque moriremos físicamente, la verdadera vida en Cristo no termina. De hecho, aunque nuestros cuerpos físicos volverán al polvo, serán resucitados, y la gloria de nuestros cuerpos resucitados corresponderá a la gloria de nuestros espíritus, que han sido vivificados a través de Jesucristo. Estaremos con Él para siempre (1 Tesalonicenses 4:13-17). Por la gracia de Dios, todos los que ponen su fe en Jesús reciben esta nueva vida eterna en Él (1 Corintios 15:47-49; 1 Tesalonicenses 4:14). Los creyentes pueden enfrentarse a la muerte sabiendo que no nos detendrá, que nuestro Señor nos ha redimido de ella y que viviremos con Él para siempre (1 Corintios 15:50-58).

DEL ANTIGUO TESTAMENTO

DEL NUEVO TESTAMENTO

IMPLICACIONES PARA HOY

“Cenizas a las cenizas, polvo al polvo”. Un día, si el Señor no regresa antes de que muramos físicamente, esas palabras se dirán sobre nuestras tumbas. Esa expresión común alude a una realidad devastadora: “Y al polvo volverás” (Génesis 3:19). Esto es cierto para todas las personas, pero no es el final de la historia para los seguidores de Cristo. Los creyentes están unidos a Cristo en Su muerte, pero también en Su resurrección (Romanos 6:5). Como dijo Jesús a Marta: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en Mí, aunque muera, vivirá, y todo el que vive y cree en Mí, no morirá jamás” (Juan 11:25-26). Jesús se refería a la vida espiritual eterna que tenemos cuando lo aceptamos como Señor y Salvador. Los creyentes comienzan su vida eterna como seguidores de Cristo mientras aún vivimos en este mundo (Juan 5:24; 2 Corintios 5:17). Nuestras vidas deben reflejar esa ciudadanía especial. Las prioridades del mundo no deberían ser las nuestras. Perseguir el dinero, escapar de la realidad a través del entretenimiento vulgar, perdernos en las drogas o el alcohol: los hijos de Dios no viven de esta manera. Los hijos del mundo tienen una perspectiva temporal, una que dice: “¡Comamos y bebamos, que mañana moriremos!” (1 Corintios 15:32). Los hijos del Señor tienen una perspectiva eterna basada en la promesa de la resurrección. Nos diferenciamos del mundo incluso en nuestro dolor; no nos entristecemos “como los demás que no tienen esperanza” (1 Tesalonicenses 4:13). Sabemos que nuestra muerte y la de otros creyentes significa estar “ausentes del cuerpo y habitar con el Señor” (2 Corintios 5:8). Qué alentador es enfrentarse a la muerte sabiendo que no nos detendrá, que nuestro Señor nos ha redimido de ella y que viviremos con Él para siempre (1 Corintios 15:50-58).

COMPRENDE

REFLEXIONA

PONLO EN PRÁCTICA