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¿Qué deben hacer los cristianos cuando la tolerancia social y las convicciones personales entran en conflicto?

Nuestro mundo occidental moderno se enorgullece de ser tolerante. Ha pintado un hermoso cuadro de amor y aceptación arraigado en la idea de que todas las creencias y acciones pueden coexistir pacíficamente. El mantra popular es: "Haz lo que sea bueno para ti y yo haré lo que sea bueno para mí". Sin embargo, detrás de esta fachada está la desagradable realidad de que abrazar todos los caminos del mundo es perder el único camino, que es Jesucristo. Él es claro: "—Yo soy el camino, la verdad y la vida —le contestó Jesús—. Nadie llega al Padre sino por mí." (Juan 14: 6).

La sociedad nos dice que debemos aceptar a todas las personas independientemente de su raza, género, edad, religión, etc. Jesús estaría de acuerdo. Trató a todos con respeto, desde pescadores, recaudadores de impuestos, soldados romanos, prostitutas. Sin embargo, una cosa es aceptar a la persona y otra muy distinta aprobar su comportamiento. Jesús no celebró las acciones pecaminosas de las personas, ni las ignoró. En cambio, Él puso de manifiesto los pecados y habló la verdad en sus vidas. Un día, Jesús se encontró con una mujer samaritana en un pozo (Juan 4). Los samaritanos y los judíos (Jesús era judío) no se asociaban entre sí. Sin embargo, Jesús le habló pidiéndole que le sacara un poco de agua del pozo. Él sacó a la luz el estilo de vida pecaminoso de ella respecto a sus numerosos divorcios y el hecho de vivir con un hombre fuera del matrimonio. Luego la alentó a abandonar ese estilo de vida y a encontrar un propósito en Dios en lugar de en las relaciones. Jesús la aceptó como mujer, samaritana y adúltera, pero no toleró su comportamiento.

Hoy, la gente te dirá que la verdad es relativa y que eres intolerante si no apoyas lo que la sociedad dominante apoya. Cada vez más cristianos corren el riesgo de perder sus trabajos, sus amigos e incluso su familia si no se someten a la voluntad de la sociedad.

Como cristianos, creemos en un solo Dios y en una sola verdad. Esta verdad se nos hace clara a través de las Escrituras, la oración y el Espíritu Santo. No debería sorprender que la verdad que sabemos en Cristo esté siendo atacada. La Biblia nos advierte que seremos perseguidos por seguir a Cristo (Lucas 21: 12–19). Jesús nos recuerda: "Ustedes son la sal de la tierra. Pero, si la sal se vuelve insípida, ¿cómo recobrará su sabor? Ya no sirve para nada, sino para que la gente la deseche y la pisotee.

Ustedes son la luz del mundo. Una ciudad en lo alto de una colina no puede esconderse. Ni se enciende una lámpara para cubrirla con un cajón. Por el contrario, se pone en la repisa para que alumbre a todos los que están en la casa."(Mateo 5: 13–15)

Como creyentes, debemos mantenernos firmes en la verdad presentada en la Biblia y no dejar que se diluya para apaciguar a la población en general. Debemos ser testigos del poder de Dios para transformarnos de nuestras formas pecaminosas, haciendo lo correcto en lugar de lo que es popular. Debemos ejercer nuestros derechos políticos para promover un cambio social que honre a Dios y votar para elegir líderes temerosos de Dios. Además, deberíamos defender nuestra fe cuando sea denunciada por difamación. Lo más importante es que debemos orar por el discernimiento sobre cómo navegar por el mundo. Si tiene una convicción, pero no puede encontrar una respuesta clara en la Biblia, tómela ante Dios. Comunicarse con Dios a través de la oración y escuchar las indicaciones del Espíritu Santo es clave cuando se trata de asuntos que no son blanco y negro.

Si sucumbimos a los estándares de la sociedad, nos convertimos en hipócritas. No solo estamos aprobando el pecado de otros, sino que nos estamos convirtiendo en un obstáculo para aquellos que buscan conocer a Dios. En cambio, "hablando la verdad en amor" (Efesios 4:15) debemos madurar en nuestra fe para que las personas conozcan a Cristo como su salvador.

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