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Mi cónyuge no quiere tener hijos, pero yo sí; ¿qué hacemos?

Muchas parejas casadas luchan con el problema de que un cónyuge quiera tener hijos y el otro cónyuge no quiera tener hijos. Se recomienda encarecidamente que las parejas conversen este tema antes de casarse, pero la realidad es que es posible que las personas no sean completamente honestas con su pareja o con ellas mismas porque realmente quieren que la relación funcione. Si bien el mundo apoya los desacuerdos sobre tener hijos como una razón apropiada para el divorcio, los cristianos saben que Dios quiere que trabajen para preservar su matrimonio (Marcos 10: 9).

El paso más importante que deben dar las parejas es llevar el problema ante Dios. Nuestra relación con Dios es nuestra prioridad número uno. A través de la oración y la lectura de las Escrituras, las parejas pueden obtener sabiduría sobre cómo proceder y comprender la voluntad de Dios para su situación (Proverbios 3: 5–6; Efesios 5: 15–21). Dios dice que los hijos son una bendición y una de las razones por las que quiere que los hombres y las mujeres se casen es la procreación (Salmo 127: 3; Génesis 1:28; 9: 1). Ya sea que queramos o no tener hijos, Dios, en última instancia, tiene el control de ello.

Nuestra relación con nuestro cónyuge es nuestra segunda prioridad. Viene antes que nuestras otras relaciones, aspiraciones y responsabilidades. La Biblia instruye a las esposas a someterse a sus esposos y a amar a sus esposas (Efesios 5: 21–33). Además de llevar el problema ante Dios, los cónyuges deben comunicarse entre sí por qué quieren o no quieren tener hijos. Al tener una conversación detallada y honesta, pueden comenzar a comprender la perspectiva del otro. Entonces pueden trabajar juntos para encontrar una solución. Incluso pueden querer ir a terapia. Una solución podría ser un compromiso, como esperar unos años antes de quedar embarazada, acoger o adoptar en lugar de tener hijos biológicos, o incluso ser voluntario o trabajar con otros niños.

A veces, el razonamiento para no querer tener hijos es puramente egoísta, como querer centrarse en intereses personales o en una carrera. También puede deberse a temores de dar a luz, crianza de los hijos, experiencias negativas con sus propios padres o algo completamente diferente. Las razones para tener hijos también pueden provenir de motivos egoístas o inseguros, como los celos de que los amigos tengan hijos. El deseo de tener hijos o la falta de deseo de tener hijos no es necesariamente "correcto" o "incorrecto". Es algo que debe explorarse y someterse a Dios en oración. Al tomar la decisión de tener o no hijos, las parejas deben buscar la voluntad de Dios sobre el asunto y basar su toma de decisiones en su amor y respeto mutuos. Deben orar para que Dios transforme sus mentes y corazones para que conozcan Su voluntad (Romanos 12: 2).

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