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¿De qué manera es la mansedumbre parte del fruto del Espíritu Santo?

El fruto del Espíritu, que figura en Gálatas 5:22-23, es el resultado de la obra del Espíritu Santo en nuestras vidas. A menudo pensamos que la mansedumbre hace referencia a la ternura o incluso la suavidad. Pero la mansedumbre bíblica implica más que eso. Implica tener un corazón humilde y ser amable con los demás. Algunos diccionarios definen la mansedumbre en parte como ser una persona "apacible"; somos educados y restringidos en nuestro comportamiento hacia los demás. Los que son gentiles son humildes y agradecidos con Dios, tienen una mente pacífica y se someten completamente a Su plan.

Prautes, la palabra griega traducida como "mansedumbre" en Gálatas 5:23, significa "someter la fuerza de uno en una postura de docilidad". Prautes se traduce como "gentileza" "consideración", "humildad" y "docilidad". Una parte de la mansedumbre es aceptar con calma el juicio de Dios con respecto a una situación, incluso si ese juicio resulta en dificultades personales. Es humildad hacia Dios. Cuando nos sometemos a Dios, también seremos mansos con los demás.

La mansedumbre en el Nuevo Testamento está estrechamente relacionada con la sabiduría y el crecimiento espiritual. Gálatas 6: 1, 2 Timoteo 2:25, y 1 Pedro 3:16 todos se refieren a la mansedumbre para describir la forma en que debemos corregir o enseñar a los demás. Debemos someter nuestra fuerza, incluida la fuerza de nuestras convicciones, a la sabiduría de Dios. Debemos enseñar el punto de vista de Dios, no el nuestro. Y debemos aceptar que las acciones de Dios hacia nosotros mismos y hacia los demás son las acciones correctas, incluso cuando la sabiduría humana piense lo contrario. En nuestro enfoque de enseñanza, debemos ser respetuosos con los demás. No compartimos por la fuerza la verdad o la corrección, intimidando a que los demás la acepten. En cambio, compartimos la verdad con un espíritu de amor (Efesios 4: 13–16). Esto no significa que no seamos enérgicos en nuestras convicciones o que no defendamos lo que creemos. La mansedumbre no es debilidad o falta de convicción. Más bien, significa que valoramos a la persona con la que compartimos la verdad y, por lo tanto, la tratamos como una persona hecha a la imagen de Dios. Si algo en nosotros es ofensivo, debería ser el mensaje del evangelio mismo, no la manera en que lo entregamos.

Santiago 1:21 expone la gentil naturaleza que debemos tener para con Dios: "Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas." (RVR1960). Lamentablemente, nuestra naturaleza humana natural está contaminada por el pecado, es sucia y perversa. Solo Dios es bueno. Necesitamos aceptar Su palabra "en humildad" o "con mansedumbre" (prautes) para ser salvos. Debemos ser "como un niño" para entrar al Reino (Marcos 10:15). Además, ser manso es aceptar las dificultades que Él permite en nuestras vidas, considerándolas útiles para nuestro desarrollo espiritual. La mansedumbre es una gracia interior que somete fácilmente nuestra propia fuerza de voluntad al Señorío de Dios.

La mansedumbre es el espíritu y la actitud detrás del arrepentimiento. "Arrepentirse" en un sentido bíblico es cambiar de opinión y creer que Dios es quien tiene la razón. El arrepentimiento es necesario para la salvación, y debemos tener una actitud de arrepentimiento con un espíritu manso toda nuestra vida. Un corazón manso aceptará la sabiduría de Dios y cederá a Su discernimiento. Como resultado, también seremos mansos con los demás, reconociendo que son creados a la imagen de Dios (Génesis 1:27) y amados por Él (2 Pedro 3: 9). Solo podemos ser mansos cuando el Espíritu Santo desarrolla Su fruto espiritual en nuestras vidas.

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