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¿Qué dice la Biblia acerca del lavado de pies?

Lavarse los pies en los tiempos bíblicos no era una cuestión de ceremonia o actividad religiosa, sino una forma necesaria de higiene. Los caminos polvorientos y sucios crearon la necesidad de lavarse los pies constantemente.

Sin embargo, en la mayoría de las culturas, la actividad de lavar los pies de alguien estaba relegada a las clases más bajas: los sirvientes. Por ejemplo, los discípulos de Jesús pueden haberlo elevado lo suficiente como para adorarlo y lavarle los pies, pero no considerarían lavarse los pies unos a otros. Entre pares no se hacían ese tipo de cosas, excepto rara vez y como muestra de gran amor.

Pero Jesús lavó los pies de sus discípulos. La historia está en Juan 13. Vemos en Lucas 22:24 que, al mismo tiempo, los discípulos estaban discutiendo acerca de quién de ellos era el más grande. El gesto de humildad de Jesús hubiera sido particularmente conmovedor. Jesús les enseñó a servirse unos a otros y a otros. Si el Hijo de Dios, el Mesías, podía lavarles sus pies, no había pies de nadie que no pudieran lavar, figurativamente.

El servicio desinteresado de Jesús simboliza la limpieza espiritual (Juan 13: 6–9) y muestra a todos un gran modelo de humildad (v. 12–17). La muerte de Jesús en la cruz, que produce pureza espiritual para aquellos que ponen su fe en Él, fue sin duda otra muestra desinteresada de servicio (Filipenses 2: 5–11).

El lavado de los pies se ha convertido en una práctica, e incluso una ordenanza de la iglesia, entre algunos cristianos, incluso en culturas donde los pies polvorientos no son la norma. En la iglesia primitiva, vemos la observancia de la Cena del Señor, pero no la práctica de lavar los pies como una ordenanza.

Los relatos bíblicos de Jesús lavando los pies de sus discípulos nos proporcionan un modelo de actitud, no necesariamente de una actividad específica. Esto se refleja en 1 Timoteo 5:10 donde una viuda cristiana tiene la práctica de lavar los pies de los santos. Este relato no cuenta necesariamente la historia de un lavado de pies, sino de una mujer que sirve a quienes la rodean.

Jesús nos dio un ejemplo de humildad y servidumbre al lavar los pies de sus discípulos. Deberíamos tener la misma actitud humilde y de servicio con respecto a los que están cerca de nosotros.

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