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¿Por qué Dios permite que los inocentes sufran?

Uno de los mayores obstáculos para creer en Dios es el tema del sufrimiento. El principal argumento es que, si Dios es bueno y benévolo, no permitiría que personas inocentes sufrieran y padecieran. Sin embargo, la biblia muestra que Dios es bueno y que permite el sufrimiento. Hay varias razones por las que ambas cosas no se excluyen mutuamente.

En primer lugar, no hay nadie que sea verdaderamente inocente, ya que no hay nadie sin pecado. Romanos 3:23 nos dice que todos somos pecadores. Colosenses 3:13-15 nos dice que estamos muertos en nuestros pecados sin Cristo. El resultado del pecado es la muerte (Romanos 6:23), y esta muerte ha impregnado a toda la creación. A veces el sufrimiento es un resultado directo del pecado del que lo padece. Otras veces el sufrimiento es causado por la pecaminosidad de otro. En ocasiones, el sufrimiento tiene que ver con la naturaleza general caída de nuestro mundo. Desde el juicio de Adán y Eva, "toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto" (Romanos 8:22). Las catástrofes naturales, la escasez de alimentos y agua, la violencia, las enfermedades y otros problemas del mundo son, en última instancia, el resultado del pecado.

Por supuesto, Dios sigue teniendo control sobre el grado de sufrimiento, y no lo permite innecesariamente. Dios mitiga nuestros momentos de sufrimiento para Su gloria (Romanos 8:28-30). El sufrimiento puede ser un medio a través del cual Dios refina nuestra fe (Romanos 5:3-5). Muchas veces nos acercamos más a Dios durante los momentos de sufrimiento al darnos cuenta de que sólo Él es nuestro refugio (Salmo 91:2). El sufrimiento también nos ayuda a recordar que no pertenecemos a este mundo, así que fijamos nuestros ojos en Jesús y anhelamos que Su obra se complete (Filipenses 3:20-21).

Dios no sólo obra en nosotros personalmente a través del sufrimiento, sino que lo utiliza para mostrar Su gloria al mundo. Segunda Timoteo 3:12 enseña: "Y también todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución". Los que siguen las enseñanzas de Jesús y hacen lo que es correcto a menudo experimentan sufrimiento, e incluso persecución (Juan 3:19-21; 15:18-21). En vez de restarle importancia al carácter de Dios, este sufrimiento pone de manifiesto que los seguidores de Cristo no forman parte de este mundo caído. Cuando podemos deleitarnos en Dios incluso en medio de nuestros sufrimientos, damos gloria a Dios. Pablo supo de primera mano lo que era la persecución. En 2 Corintios 11:23-27, escribió: "¿Son ministros de Cristo? (Como si estuviera loco hablo.) Yo más; en trabajos más abundante; en azotes sin número; en cárceles más; en peligros de muerte muchas veces. De los judíos cinco veces he recibido cuarenta azotes menos uno. Tres veces he sido azotado con varas; una vez apedreado; tres veces he padecido naufragio; una noche y un día he estado como náufrago en alta mar; en caminos muchas veces; en peligros de ríos, peligros de ladrones, peligros de los de mi nación, peligros de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos; en trabajo y fatiga, en muchos desvelos, en hambre y sed, en muchos ayunos, en frío y en desnudez". A pesar de sus penurias, Pablo escribió extensamente sobre el gozo (Romanos 5:3-5; Colosenses 1:23; Filipenses 4:4).

Jesús era verdaderamente inocente (2 Corintios 5:21). Sin embargo, soportó la cruz. Hebreos 12:2-3 dice: "puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios. Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar". No debemos dudar de que Dios está con nosotros en los momentos de sufrimiento. Dios no se deleita en nuestro sufrimiento, ni es su autor. Sí, Dios permite que suframos. Pero en lugar de dudar de Él, podemos confiar en Su amor y vernos identificados con Cristo, que sufrió antes de volver a la alegría eterna del Padre celestial.

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