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¿Qué dice la Biblia sobre la hospitalidad?

La hospitalidad es una de las características fundamentales del estilo de vida cristiano. No es simplemente una buena acción que los cristianos deben hacer, sino más bien un acto de obediencia al mandamiento de Dios de "Ama a tu prójimo como a ti mismo" (Mateo 22:39). De hecho, en el idioma griego, la hospitalidad significa más literalmente "amor por los extraños". El amor verdadero puede simultáneamente satisfacer las necesidades físicas de una persona mientras se le indica el increíble plan de Dios para también satisfacer sus necesidades espirituales (1 Juan 3: 16–18; Efesios 4:15).

Podemos encontrar evidencia de hospitalidad en todo el Antiguo Testamento y fue un componente clave de la sociedad israelita. Bajo la Ley, Dios instruyó a los israelitas a tratar bien a los visitantes (Levítico 19: 33–34). Dios modeló esto al rescatar a los israelitas de Egipto, donde eran extranjeros, y llevarlos a su hogar en la Tierra Prometida. Un gran ejemplo de hospitalidad ocurrió cuando Abraham recibió la visita de tres extraños. Abraham les pidió a los visitantes que se alojaran en su hogar y descansaran, les proporcionó alimento y estuvo presto a servirles. A medida que la narración avanza, aprendemos que estos tres hombres eran en realidad Dios manifestado temporalmente en forma humana junto a dos ángeles (Génesis 18).

En el Nuevo Testamento, la práctica judía de la hospitalidad fue demostrada por muchas personas que dieron la bienvenida a Jesús y a sus discípulos en sus hogares y les proveyeron lo necesario mientras viajaban. Muchos versículos del Nuevo Testamento también animan a los cristianos a ser hospitalarios. Esta característica comienza con los líderes. En el libro de Tito, uno de los requisitos de los ancianos es ser hospitalario (Tito 1: 8).

Hay muchas razones por las que debemos ser hospitalarios. A través de la hospitalidad, las personas promueven el ministerio de Dios, reciben ángeles, dan un ejemplo del amor de Dios a los no creyentes e incluso demuestran amor a Dios (Mateo 25: 34–36).

Dios no solo quiere que los cristianos se distingan de otras personas por la forma en que viven, sino que también quiere que su estilo de vida refleje Su relación con la humanidad. La hospitalidad, entonces, se convierte en un símbolo del amor y la gracia de Dios hacia los pecadores a quienes Él desea que vuelvan a tener una relación con Él.

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