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¿Dice la Biblia algo sobre la empatía?

La empatía, que no debe confundirse con la compasión, es la capacidad de comprender las emociones, situaciones, pensamientos o actitudes de otra persona. Se necesita una gran capacidad emocional para poder sentir lo que sienten los demás, y aunque esto les resulta más fácil a unos que a otros, todos podemos practicar el participar de las emociones de los demás como una forma de amarlos.

La Biblia se refiere con frecuencia a actos de empatía. Amarse unos a otros a menudo significa volverse profundamente personales unos con otros, y lo vemos en las Escrituras cuando Pablo alentó a los cristianos a "[alegrarse] con los que están alegres; [llorar] con los que lloran." (Romanos 12:15). Al compartir estas emociones, vivimos la vida juntos como una familia cristiana, a través de todos los altibajos. El apóstol Pedro también animó a los cristianos a mostrar compasión por los demás, viviendo en armonía" y practicando el amor fraternal (1 Pedro 3: 8).

La empatía suele ser el catalizador de la acción. El apóstol Juan expresa esta relación entre empatía y acción de esta manera: "Si alguien que posee bienes materiales ve que su hermano está pasando necesidad, y no tiene compasión de él, ¿cómo se puede decir que el amor de Dios habita en él?" (1 Juan 3:17). El amor de Dios nos lleva a sentir compasión (y empatía) unos por otros. Si no tenemos compasión por aquellos que necesitan posesiones materiales o comida o agua, es mucho menos probable que actuemos. Aunque tenemos la intención de actuar como las manos y los pies de Dios en este mundo, a menudo perdemos oportunidades porque carecemos de la empatía para percibir las necesidades. Los cristianos están llamados a amarse unos a otros con fervor (Mateo 22:39; 1 Pedro 4: 8). Una forma en que podemos comenzar a amar a los demás es practicar el aumento de nuestra empatía para que podamos entendernos.

Por supuesto, Jesús es nuestro mejor ejemplo de empatía. Nació como un ser humano para poder experimentar cada emoción humana (Hebreos 4:15). Podemos regocijarnos de que Jesús tenga total empatía por lo que atravesamos en nuestras vidas. Los evangelios están llenos de historias de Cristo mostrando compasión por las personas que lo necesitan. En Lucas 7: 11–16, Jesús vio el dolor de una viuda y se llenó de compasión por ella. Él sintió su profundo dolor y aflicción y le devolvió la vida a su hijo, y todos allí glorificaron a Dios porque vieron cómo Él comprende y sana el dolor. Jesús siempre fue sensible a las experiencias e historias de los demás (Mateo 9:36).

Del mismo modo que somos capaces de mostrar amor porque Dios nos amó primero (1 Juan 4:19), también somos capaces de mostrar empatía, porque Dios es el mayor empático. David clamó a Dios en los Salmos, y su poesía nos enseña cómo Dios nos entiende íntimamente. "Toma en cuenta mis lamentos; registra mi llanto en tu libro. ¿Acaso no lo tienes anotado?" (Salmo 56: 8). Podemos consolarnos sabiendo que Dios tiene la capacidad de conocer todas y cada una de nuestras luchas y emociones. Podemos echar nuestras ansiedades sobre Él porque Él se preocupa por nosotros (1 Pedro 5: 7).

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