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¿Qué dice la Biblia sobre la desobediencia civil?

La desobediencia civil es un acto intencionado de desacato a una ley o autoridad civil a causa de la convicción de que uno tiene una responsabilidad mayor. En el caso de un creyente, esas "responsabilidades mayores" se encuentran en la Biblia y en ningún otro lugar. El propósito de la desobediencia civil cristiana es seguir a Dios a pesar del gobierno que ejerza una autoridad sin Dios. Si el cumplimiento de la ley del hombre nos pone en desobediencia directa al claro mandato de Dios, entonces -y sólo entonces- se justifica la desobediencia civil. Los primeros cristianos nos ofrecen el ejemplo definitivo. Dios les dijo a Sus hijos que lo adoraran solo a Él, así que ellos, con toda razón, rechazaron los mandatos de adorar al emperador romano. Dios le dijo a la iglesia que predicara el evangelio, así que desafiaron las órdenes de no hablar de Jesús (Hechos 4:19-20). Ahora bien, en los temas en los que Dios guardaba silencio, recurrieron a la advertencia de obedecer a las autoridades reinantes (Romanos 13:1-7). Los primeros cristianos no se resistieron a ser encarcelados, ni a los abusos, ni siquiera a la muerte. No pusieron la seguridad y el bienestar personal por encima de la ley estatal. Tampoco faltaron al respeto a los funcionarios del gobierno, ni siquiera a los que se empeñaban en violar sus derechos.

Es más fácil someterse a las autoridades gubernamentales cuando tenemos la perspectiva adecuada de quiénes somos. En primer lugar, los creyentes no son ciudadanos de las naciones, sino ciudadanos del cielo (Filipenses 3:20). Hemos cambiado nuestros derechos terrenales por la sujeción a Dios y a Su plan para nosotros. La seguridad y la prosperidad no están garantizadas en este mundo, aunque sí la persecución y el odio (Juan 15:18-20). Además, nuestra esperanza no está en las leyes hechas por el hombre, aunque estén inspiradas en principios bíblicos. Nuestra esperanza es Jesús y la salvación "que en verdad es vida" (1 Timoteo 6:19 LBLA).

Al saber quiénes somos, nos proponemos hacer buenas obras (Efesios 2:10) en el contexto de las autoridades divinamente sancionadas dentro del sistema de gobierno civil que Dios ordenó (1 Pedro 2:13). Esto significa que hacemos lo que podemos de acuerdo con la ley y lo que tenemos que hacer fuera de ella. Lo que debemos hacer es sencillo: amar a Dios y adorarle sólo a Él, amar a los demás y difundir el evangelio.

Que la desobediencia civil sea o no necesaria depende de la autoridad civil y de las libertades que otorgue a sus ciudadanos.

- Hoy en día, en la mayoría de los países no es necesario quebrantar la ley para luchar contra el aborto; hay organizaciones y ministerios que llevan a cabo esa lucha dentro de la ley. Sin embargo, las parteras del antiguo Egipto no tuvieron esa oportunidad; infringían la ley con cada niño hebreo que dejaban vivir (Éxodo 1).

- En la América del siglo XIX, los abolicionistas infringieron la ley para rescatar a personas de la esclavitud. Hoy en día, la Misión Internacional de Justicia trabaja con los funcionarios locales para rescatar a las personas víctimas de la trata de personas y perseguir a los traficantes según la ley vigente.

El equilibrio entre la desobediencia civil y la sumisión a Dios es un poderoso testimonio del Evangelio. Pone de manifiesto cuáles son nuestras prioridades y hacia dónde se dirige nuestra lealtad. Si gritamos "¡Falta!" si percibimos que se violan nuestros derechos, puede ser un indicio de que hemos llegado a amar las cosas del mundo (1 Juan 2:15). Sin embargo, si nos limitamos a protestar por cuestiones que son claramente contrarias a la verdad bíblica, estamos en el camino correcto. Si afrontamos los inconvenientes, las dificultades, la persecución e incluso la muerte en silencio, limitándonos a desobedecer la ley sólo en los casos en que ésta nos obligue a desobedecer directamente la Palabra de Dios, entonces en verdad "no somos del mundo" (Juan 17:16).

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