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¿Por qué Dios dejaría a las 99 para ir en busca de una?

La idea de dejar las 99 para encontrar sólo una, viene de la Parábola de la Oveja Perdida, que se encuentra en Mateo 18:10-14 y Lucas 15:3-7. En esta parábola, el pastor tiene 100 ovejas, de las cuales 99 están contabilizadas y una está perdida. Él deja las 99 ovejas para ir a buscar la que se ha perdido. Sin embargo, el objetivo de la parábola es encontrar a la que falta, no dejar a las 99. Es una parábola sobre la salvación.

Jesús contó esta parábola para responder a las quejas de los fariseos y los escribas contra Él por pasar tiempo con los pecadores (Lucas 15:1-2). Mientras que los fariseos no se relacionaban con los pecadores, Jesús sí lo hacía, y Su comportamiento los confundía. Jesús reprendió abiertamente a los fariseos y escribas por su hipocresía farisaica (Mateo 23:28). Lo que los fariseos no entendían era que Jesús iba tras el que estaba perdido. Estaba extendiendo la gracia salvadora a los pecadores.

En la parábola, las 99 ovejas ya están a salvo con el pastor. Jesús no está diciendo que Él abandona a Sus seguidores. Por el contrario, el tema de la parábola es Su búsqueda de los perdidos y Su gozo cuando la gente viene a Él en busca de salvación. En el evangelio de Lucas, después de la parábola de la oveja perdida, siguen la parábola de la moneda perdida y la parábola del hijo perdido (el hijo pródigo). Estas parábolas tienen que ver con la salvación que nos ofrece Jesucristo. El final de la Parábola del Hijo Pródigo es que el hijo mayor se queda fuera de la celebración del padre cuando el hijo menor regresa. El hijo menor había exigido su herencia antes de tiempo y luego la había despilfarrado hasta el punto de encontrarse en una situación desesperada. Se dio cuenta que su padre podía ayudarlo y llegó a comprender la gentileza de él; regresó a casa con un corazón arrepentido. El padre vio al hijo lejos, corrió hacia él, cubrió su vergüenza y se alegró de su regreso. Con todo, el hijo mayor, que se había quedado con el padre, se niega a acudir a la celebración, incluso cuando su padre acude a él. El hijo mayor revela su falta de amor por el padre. Aunque parecía ser leal, él también había rechazado el amor de su padre y lo trataba con desprecio. Esto es una reprimenda contra los líderes religiosos. Por fuera parecían seguir a Dios, pero sus corazones estaban lejos de Él. Jesús va tras el pecador y le ofrece la salvación, ya sea que ese pecador sea el que la sociedad califica como tal o el que está enfrascado en su propia justicia. El objetivo de las parábolas adicionales de Jesús es Su interés por salvar y Su enorme gozo cuando alguien viene a Él con fe y recibe esa salvación.

En la parábola de la oveja perdida, el pastor deja a las 99 para ir a buscar a la que falta. Va en busca de la única oveja que se encuentra vulnerable y sola, la que está perdida y en peligro de ser atacada por un animal salvaje. Esta es una metáfora de cómo Jesús vino a buscar y salvar a todos los que están perdidos: "Porque el Hijo del Hombre ha venido para salvar lo que se había perdido" (Mateo 18:11; ver también Lucas 19: 10). Cuando creemos en Jesucristo como Señor, Él es nuestro Salvador y nuestro Buen Pastor. Jesús dijo: "Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas" (Juan 10:11). Jesús dio Su vida para que nosotros fuéramos perdonados de nuestros pecados y rescatados de la muerte eterna (Juan 10:10; Romanos 5:1-11; Juan 3:16-18). Para Jesús vale la pena buscar y salvar a la oveja perdida, sabiendo que la alternativa para los perdidos es una eternidad de separación de Dios. Él quiere salvar a todos los que se han perdido, porque "no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento" (2 Pedro 3:9).

Cuando se encuentra la oveja perdida y la llevan a casa, hay una gran celebración: "Y si acontece que la encuentra, de cierto os digo que se regocija más por aquella, que por las noventa y nueve que no se descarriaron. Así, no es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos, que se pierda uno de estos pequeños" (Mateo 18:13-14). Una vez más, no se trata de que el pastor abandone a las 99, sino de su búsqueda y su gozo al recuperar a la perdida.

Jesús no sólo nos lleva como ovejas al redil; nos conduce, guía y protege mientras le seguimos. Él es nuestro Pastor eterno. Quizás la descripción más recordada del Señor como nuestro pastor se encuentra en el Salmo 23:

El Señor es mi pastor; nada me faltará.
En lugares de delicados pastos me hará descansar;
Junto a aguas de reposo me pastoreará.
Confortará mi alma;
Me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre.
Aunque ande en valle de sombra de muerte,
No temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo;
Tu vara y tu cayado me infundirán aliento.
Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores;
Unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando.
Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida,
Y en la casa del Señor moraré por largos días.

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