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¿Qué significa confiar en Jesús?

Hay dos etapas fundamentales para confiar en Jesús. La primera es confiar en Jesús como el Hijo de Dios y el único camino de salvación. Una vez que has puesto tu fe en Jesús como Señor, la siguiente etapa de la confianza en Jesús es tener una confianza total en Él, tanto en Sus caminos como en Su naturaleza.

Jesús vino a traer la salvación al mundo. Tenemos acceso al perdón y a una relación correcta con Dios mediante el sacrificio de Jesús. Él murió y resucitó para que pudiéramos recibir el regalo de la vida eterna (Juan 3:16-18; 11:25). Una vez que hemos confiado en Jesús para la salvación, lo que resta de nuestra vida se convierte en una práctica de confiar más y más en Él cada día y en cada situación. ¿Cómo crece esta confianza? Nuestra confianza en Jesús crece a medida que comprendemos quién es Él a través de la lectura de la Biblia y de nuestras experiencias caminando con Él (2 Corintios 1:10; Romanos 8:28-30).

La confianza también puede crecer gracias a las oraciones contestadas o al hecho de que Dios nos bendiga más allá de lo que podríamos haber pedido o imaginado (Efesios 3:20-21). Estos momentos son maneras emocionantes para desarrollar la confianza, y debemos alegrarnos cuando suceden.

Por otra parte, y quizás más frecuentemente, la confianza en Jesús crece durante las épocas de prueba. Incluso en las circunstancias más difíciles, aprendemos a confiar en que Dios es soberano y que nos tiene preparado algo bueno. Cuando nos sentimos tentados a tener miedo o a desesperarnos, podemos decir lo mismo que el salmista: "[El justo] no tendrá temor de malas noticias; su corazón está firme, confiado en el Señor" (Salmo 112:7). En las dificultades, aprendemos a confiar en que Él puede llevar nuestras cargas: "Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga" (Mateo 11:28-30). Cuando somos débiles, Él es fuerte (2 Corintios 12:9-10; ver también el Salmo 28:7).

Cuando nuestra confianza está en Jesús, nuestras almas encuentran descanso en Él: "El Señor será refugio del pobre, refugio para el tiempo de angustia. En ti confiarán los que conocen tu nombre, por cuanto tú, oh Señor, no desamparaste a los que te buscaron" (Salmo 9:9-10; ver también Filipenses 4:6-7). Con la presencia del Espíritu Santo, Jesús nos llena de paz. El mismo Jesús que calmó la impetuosa tormenta diciendo: "Calla, enmudece" (Marcos 4:39) es el que nos permite estar tranquilos y en paz, incluso en medio de las tormentas de la vida: "Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado" (Isaías 26:3; ver también el Salmo 37:5).

Las pruebas y tribulaciones también son momentos en los que el miedo intenta colarse, y a veces es una batalla en sí misma tomar la decisión de confiar en Dios. Como dijo Jesús: "No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí" (Juan 14:1). Cuando se pone a prueba nuestra fe, tenemos la oportunidad de desarrollar nuestra perseverancia y sentirnos obligados a obedecer fielmente y a confiar en Jesús (Juan 14:15). Santiago dice: "Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna" (Santiago 1:2-4). Las pruebas y tribulaciones que sufrimos las usa Dios para refinarnos, purificarnos y fortalecer nuestra fe y confianza en Él (1 Pedro 1:6-8).

A medida que crecemos en nuestra relación con Jesús, notaremos que nuestra fe y confianza en Él se fortalecen. En situaciones en las que en algún momento nos hubiéramos sentido abatidos, notamos que ya no son un obstáculo. Nos fortalecemos al confiar en la fortaleza de Jesús: "Bendito el varón que confía en el Señor, y cuya confianza es el Señor. Porque será como el árbol plantado junto a las aguas, que junto a la corriente echará sus raíces, y no verá cuando viene el calor, sino que su hoja estará verde; y en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de dar fruto" (Jeremías 17:7-8). Cuando confiamos en Jesús, Él nos ayuda a reemplazar nuestra ansiedad por Su paz y producir un verdadero fruto en todas las circunstancias.

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