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¿Qué nos dice la Biblia sobre cómo amar a Dios?

Jesús dijo que el más grande de los mandamientos era: "Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento" (Marcos 12:30). En este pasaje, Jesús está citando el libro del Deuteronomio, que fue escrito por Moisés (Deuteronomio 6:4-7). Mostramos el amor a Dios de muchas maneras diferentes, pero en general nuestro amor a Dios se desborda por la forma en que posicionamos nuestros corazones hacia Él y por la forma en que nuestras acciones siguen Sus instrucciones.

Una de las principales formas de demostrar el amor a Dios es pasando tiempo con Él. Dios quiere conocernos y quiere que lo conozcamos, tal como sucedería en cualquier relación interpersonal íntima (ver 1 Corintios 8:3). Vemos un ejemplo de esto en la historia de María y Marta, dos hermanas que recibieron a Jesús en su casa. Marta estaba preocupada por todas las tareas que realizaba para los demás, mientras que María se sentaba a los pies de Jesús para escuchar Sus enseñanzas (Lucas 10:38-40). Jesús le dijo: "Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero solo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada" (Lucas 10:41-42). Mostramos el amor a Dios cuando le escuchamos y le dedicamos tiempo para estar con Él.

Amamos a Dios comprometiéndonos emocionalmente, compartiendo con Él nuestros pensamientos y sentimientos más profundos: nuestros miedos, frustraciones, alegrías y triunfos (Salmo 62:8). Mostramos a Dios nuestro amor y confianza cuando deseamos que Él nos conozca. Expresamos nuestro deseo de estar cerca de Él. El Salmo 42:1 dice: "Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía". Esta frase refleja una gran necesidad, o incluso desesperación, por Dios. Amamos a Dios cuando volvemos nuestros corazones hacia Él y nos comprometemos honestamente con Él.

Mostramos el amor a Dios leyendo Su Palabra. En la Palabra de Dios, aprendemos Sus instrucciones y aprendemos a reconocer Su voz. Así, llegamos a conocerlo y a ser conocidos por Él a la luz de la verdad de Su Palabra (Hebreos 4:12-13). El Salmo 119 es el capítulo más largo de la Biblia y el salmista lo dedica a alabar a Dios por Su Palabra escrita. Cuando leemos la Palabra de Dios, estamos expresando nuestro amor por Él y nuestro deseo de seguir Sus caminos. El Salmo 119:9-11 dice: "¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra. Con todo mi corazón te he buscado; no me dejes desviarme de tus mandamientos. En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti". Segunda Timoteo 3:16-17 dice: "Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra".

Amamos a Dios guardando Sus mandamientos: "Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos" (1 Juan 5:3; ver también Juan 14:15, 23; 2 Juan 1:6; Salmo 40:8). Amamos a Dios al permanecer obedientes y firmes a Sus mandamientos, incluso en tiempos de persecución o pruebas personales. Vemos ejemplos de esto una y otra vez en las historias de Pablo, Pedro y otros apóstoles de la iglesia primitiva que fueron encarcelados, torturados o incluso asesinados por causa de Cristo. La mayoría de nosotros nunca tendrá que enfrentarse a una amenaza física o a la muerte por cumplir los mandamientos de Cristo, sin embargo, vivir una vida obediente a Dios requiere el sacrificio de morir a nosotros mismos y a nuestros propios deseos pecaminosos para poder vivir para Cristo (Romanos 12:1-2; Gálatas 2:20; Tito 2:11-14).

Amamos a Dios cuando amamos a los demás. En Marcos 12:31, Jesús continúa diciendo: "Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que estos". Debemos amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Esto significa que debemos tratarlos como iguales e incluso poner sus necesidades por encima de las nuestras (Filipenses 2:1-11). Santiago 2:8 dice: "Si en verdad cumplís la ley real, conforme a la Escritura: Amarás a tu prójimo como a ti mismo, bien hacéis". Romanos 13:8-10 dice: "No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley...El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor". Como cristianos, la forma en que amamos a los demás es la verdadera evidencia de nuestra fe y forma parte de cómo compartimos a Dios con los demás: "Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros. Nadie ha visto jamás a Dios. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor se ha perfeccionado en nosotros" (1 Juan 4:11-12; cf. Juan 13:34-35).

¿Por qué amamos a Dios? Amamos a Dios porque Él nos amó primero (1 Juan 4:19). Él envió a Jesús para el perdón de nuestros pecados y la redención eterna (Juan 3:16-18; Romanos 5:8). Mostramos a Dios nuestro amor con nuestra total devoción, reconociéndole como el creador y sustentador de todas las cosas, confiando en Él para la salvación, y volviendo a Él, incluso después de momentos en los que hemos fallado. "¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra. Mi carne y mi corazón desfallecen; mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre" (Salmo 73:25-26).

Amamos a Dios cuando vivimos vidas dedicadas a conocerlo, a que Él nos conozca, haciendo que nuestros sentimientos sean honestos con Él, leyendo Su Palabra, viviendo en obediencia y amando a los demás como nos amamos a nosotros mismos. Amamos a Dios amándolo con todo nuestro ser.

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