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¿Cuál debería ser la visión cristiana de la clonación?

La primera ocasión de la clonación de animales fue a fines del siglo XIX e involucró a un erizo de mar. En 1902, se clonó una salamandra embrionaria. Ambos utilizaron división celular--gemelación manual. No fue sino hasta finales de 1951 que se utilizó la versión más moderna de la clonación (el trasplante nuclear) para clonar una rana. En 1986, se clonaron los primeros mamíferos (embriones de ovejas y vacas). Una década más tarde, la oveja Dolly se convirtió en el primer mamífero clonado. El desarrollo de un embrión humano a través del trasplante nuclear ha resultado ser más difícil.

El proceso que se está desarrollando actualmente para la clonación se llama transferencia nuclear de células somáticas, o TNCS. Implica tomar un huevo no fertilizado y reemplazar el núcleo (incluido todo el código genético) con un núcleo de una célula en otra parte del cuerpo. El ahora huevo funcional y fertilizado se deja crecer a través de varias divisiones en un blastocisto, que contiene células tanto para el cuerpo como para la placenta. En ese punto, las células podrían usarse para clonación reproductiva o clonación terapéutica.

El objetivo de la clonación reproductiva humana es implantar las células en un útero humano y dar como resultado el nacimiento de un bebé vivo. Existen varias razones para la clonación reproductiva humana: para reemplazar a un niño fallecido; para permitir que un padre soltero o una pareja con un único padre fértil tengan un hijo genéticamente relacionado; para proporcionar asistencia médica como la médula productora de células sanguíneas para el original enfermo; o para reintroducir una personalidad histórica talentosa. Hay muchas otras razones para la clonación, pero todas sufren de un gran interés egoísta.

La clonación terapéutica es un poco diferente en su técnica. Básicamente es el primer paso en un proceso para cosechar células madre. Las células madre son las células creadas en las primeras etapas del desarrollo humano y tienen el potencial de convertirse en cualquier parte del cuerpo humano. Cuando el clon alcanza la etapa de blastocito, las células madre se cosechan y se les induce a crecer en el tejido deseado: piel para una víctima de quemaduras, un riñón para una persona con insuficiencia renal o médula ósea para una víctima de cáncer. La gran ventaja es que, dado que la información genética fue tomada directamente del paciente, no hay posibilidad de rechazo de órganos.

En cuanto a la perspectiva cristiana sobre la clonación, hay un par de cuestiones que considerar. Primero, no hay nada en la Biblia que indique que desarrollar un óvulo fertilizado con el mismo material genético que un adulto sea incorrecto. Los gemelos tienen el mismo material genético. Además, no hay nada antibíblico sobre la fertilización realizada fuera del cuerpo: la fecundación in vitro y la clonación se logran de esta manera. Y no hay nada evidentemente antibíblico sobre el desarrollo mecánico de un blastocisto clonado. Sin embargo, a partir de ese punto, abundan los problemas.

Uno de los principales problemas con la clonación reproductiva tiene que ver con la motivación. La mayoría de las justificaciones dadas para la clonación son puramente egoístas. Los padres que están de luto necesitan la sanidad de Dios, no una réplica del niño que perdieron. Crear un clon de uno mismo es pura arrogancia. La clonación por razones médicas es un poco más ambigua, y hay padres que han tenido hijos con la esperanza de que el recién nacido sea una compatibilidad genética para un hermano enfermo. Pero, al igual que con la FIV, es probable que haya que desarrollar varios blastocistos para un solo nacimiento vivo. Destruir un blastocisto restante que ya no se necesita, se convertiría en el asesinato de un niño. Otras consideraciones son la alta probabilidad de la no viabilidad del embrión y la presencia de defectos de nacimiento. La investigación requerida para llegar al punto de un nacimiento vivo requeriría la destrucción de innumerables embriones. Y aunque la manipulación de la naturaleza podría ser capaz de crear otro Einstein, no hay garantía de que la educación no lo convierta en un genio despótico del mal.

La clonación terapéutica está cargada de problemas éticos. El propósito de la clonación terapéutica es la muerte del clon para que el tejido se pueda cosechar en beneficio de otra persona. En la clonación terapéutica, el nacimiento nunca es el objetivo. En cambio, las células madre se cosechan alrededor de la marca de los catorce días. No hay diferencia en el potencial entre un blastocisto clonado y un blastocisto desarrollado a través de la fertilización normal, como lo muestra la clonación reproductiva. Si la vida comienza en la concepción en la fertilización normal, entonces la vida comienza en el trasplante del núcleo en un clon. Y la destrucción del blastocisto en cualquier momento posterior no solo está matando a un ser humano, sino que es contrario al Código de Nuremberg, el cual prohíbe la experimentación humana si la muerte es el resultado inevitable.

El nacimiento de un clon humano viable no cambiaría la verdad. Todo ser humano está hecho a la imagen de Dios (Génesis 1: 26-27), y los clones no son más una excepción que los gemelos. Los humanos pueden comenzar el proceso físico de desarrollar una nueva vida (como lo muestran tanto la concepción natural como la FIV) pero solo Dios realmente da la vida (Génesis 2: 7). Y un clon no es una copia; es una nueva persona individual (Salmo 139: 13-16). El problema con la clonación no es el clon; son los procesos, las motivaciones y el descuido con el que se tratan los embriones. La clonación terapéutica es asesinato. La clonación reproductiva no tendrá éxito sin muchos casos de asesinato. Esos asesinatos, combinados con las motivaciones egoístas que inspiran la clonación, hacen que el proceso de clonación no sea bíblico.

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