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¿Qué eran las ciudades de refugio en el Antiguo Testamento?

Las ciudades de refugio eran lugares donde las personas acusadas de asesinato podían escapar para ser protegidas hasta que llegara el momento de su juicio (Números 35:12). Desde los tiempos de Noé, Dios exigía que todo aquel que cometiera un asesinato fuera condenado a muerte (Génesis 9:6). La Ley Mosaica fue instituida en una época en la que Israel estaba pasando de ser una comunidad nómada con ley tribal a una comunidad un poco más establecida con ley civil. Esta ley civil incluía los procesos legales y los jueces. Las ciudades de refugio eran ciudades a las que una persona que había matado a alguien involuntariamente podía escapar y protegerse de los familiares de la víctima ("vengadores de la sangre") que podrían querer matarla mientras esperaba su juicio. Si en el juicio, el asesino era declarado culpable de asesinato intencionado, sería condenado a muerte por el vengador, según lo prescrito en Éxodo 21:14 y Números 35:16-21. Sin embargo, si en el juicio se demostraba que la muerte era involuntaria (homicidio involuntario en lugar de asesinato), el asesino sería libre de vivir sus días allí y sólo podría regresar a su ciudad natal cuando el sumo sacerdote muriera y se garantizara la inmunidad general para todos (Números 35:25).

Entonces, ¿dónde se encontraban estas ciudades y quiénes vivían allí? Cuando las tribus de Israel llegaron a la Tierra Prometida, Dios dividió la tierra entre ellos, con la excepción de una tribu que no recibió un territorio—los levitas. Los levitas debían ser sacerdotes y actuar como mediadores entre los israelitas y Dios, por lo que se les dieron cuarenta y ocho ciudades en toda la Tierra Prometida dentro de los territorios de las demás tribus (Números 35:7-8). De esas cuarenta y ocho ciudades de los levitas, seis eran ciudades de refugio. De norte a sur eran: Quedes, Golán, Ramot, Siquem, Béser y Hebrón (Josué 20:7-8). Como los levitas eran los intermediarios escogidos por Dios en la relación de Israel con Él, tenían la capacidad de ser mediadores en estos asuntos legales y de proteger a los que buscaban refugio.

Estas ciudades de refugio prefiguraban el plan de salvación de Dios en Jesucristo. Cuando reconocemos que somos culpables, nos refugiamos en Jesús. Como dice el Salmo 34:22: "Dios siempre salva a los suyos; los que confían en él no sufrirán ningún castigo". Acudir a Dios y refugiarse en Él para obtener el perdón de nuestros pecados es lo que nos libra de la amenaza de la muerte eterna. Segunda Corintios 5:19 y 21 dice: "Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados... para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él". La obra de Jesús en la cruz nos permite estar protegidos del peligro de la muerte eterna si nos refugiamos en Él. Las ciudades de refugio en el Antiguo Testamento son una hermosa ilustración del deseo de Dios de salvar a los que reconocen que han pecado.

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