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¿Cómo puede un cristiano defender la fe cuando el mundo parece ser tan anticristiano?

Es posible que pienses que levantarse a favor de Cristo implica predicar en las esquinas, viajar como misionero a países lejanos o debatir con tu profesor ateo. Sin embargo, levantarse a favor de Cristo en realidad comienza mucho más cerca de casa. En primer lugar, esta defensa comienza con una confesión personal de fe.

Romanos 10:9-10 dice: "que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación".

Los que creen y reciben a Jesucristo como Señor y Salvador son declarados justos ante Dios, no por su propia justicia, sino en base a la justicia de Cristo (Efesios 2:8-9; Romanos 3:23-26; 5:17; 8:10; 10:4; 1 Corintios 1:30; Gálatas 2:21; Filipenses 1:11; 3:9; 2 Pedro 1:1). Por lo tanto, podríamos decir que levantarse a favor de Cristo comienza con nuestra propia posición ante Dios, nuestra justificación. Para defender la causa de Cristo, primero debemos creer en Él.

En segundo lugar, levantarse a favor de Cristo implica una búsqueda de la santidad personal. Aunque somos declarados justos a los ojos de Dios basados en la justicia de Cristo, también estamos llamados a crecer en Cristo con la experiencia. Este proceso continuo de conformación a la imagen y semejanza de Cristo se denomina santificación (1 Tesalonicenses 4:3; Romanos 6:19, 22). Levantarse a favor de Cristo sin buscar la santidad personal no es más que hipocresía (Mateo 23:28; 1 Pedro 2:2). Aunque los cristianos nunca alcanzarán la perfección vivencial (glorificación) hasta después de la muerte (Filipenses 3:20-21), nuestro gran privilegio y responsabilidad es buscar y crecer continuamente en la santidad desde ahora.

Hebreos 12:14 nos invita a: "Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor". Primera de Pedro 1:15-16 dice: "sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo". Para levantarnos a favor de Cristo debemos buscar ser como Él, santos.

En tercer lugar, levantarnos a favor de Cristo significa amar a los demás y hacerles el bien. Especialmente debemos hacer el bien a los demás creyentes (Gálatas 6:10). En este aspecto, quizás quieras objetar y preguntar cuándo llegaremos al evangelismo y a alcanzar a los perdidos. Ahora bien, amarnos unos a otros es una de las formas en que mostramos al mundo que somos discípulos de Cristo. Jesús dijo a Sus discípulos: "En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros" (Juan 13:35). Para levantarnos a favor de Cristo, debemos amar al cuerpo de Cristo, el cual está constituido por nuestros hermanos en la fe.

En cuarto lugar, levantarse a favor de Cristo implica proclamar la verdad del Evangelio con valentía y sin vergüenza. Marcos 16:15 dice: "Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura". Pablo escribió en Romanos 1:16-17: "Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego. Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá". Para levantarnos a favor de Cristo, debemos compartir las buenas nuevas de Él con el mundo.

Por último, levantarnos a favor de Cristo significa ser pacientes y orar por los que se oponen a Él y a nosotros. Segunda Timoteo 2:24-26 dice: "Porque el siervo del Señor no debe ser contencioso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido; que con mansedumbre corrija a los que se oponen, por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la verdad, y escapen del lazo del diablo, en que están cautivos a voluntad de él". Para levantarnos a favor de Cristo, también debemos orar por los que se oponen y nos persiguen (Mateo 5:44-48).

En síntesis, defender la fe en un mundo anticristiano significa vivir una vida de fe con intencionalidad e integridad. En primer lugar, debemos conocer a Cristo y luego esforzarnos por ser como Él, reconociendo que esta obra sólo se logra a través del poder del Espíritu Santo. Debemos tratar a los demás con amor y respeto. Y debemos compartir la verdad con aquellos que aún no conocen a Cristo, orando para que Dios ablande sus corazones y los atraiga hacia Él. Oramos para que Dios obre en nosotros, llevándonos a la plenitud (Filipenses 1:6), y para que nos dé fortaleza y valor para permanecer en Él (Efesios 6:10-20; 1 Corintios 16:13-14).

Puede ser difícil defender la fe cuando parece que muchos se oponen a ella. Pero sabemos que "la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza; y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado" (Romanos 5:3-5). Como escribió Santiago: "Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna" (Santiago 1:2-4). Jesús ha vencido al mundo (Juan 16:33), y en Él podemos mantenernos firmes en la fe.

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