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¿Cómo se registraron en los evangelios las cosas que Jesús hizo y dijo cuando estaba solo?

Los evangelios describen momentos en los que Jesús se quedaba solo, sobre todo para orar. Las dos situaciones más conocidas fueron al principio de Su ministerio, cuando fue al desierto durante cuarenta días y fue tentado por el Diablo (Mateo 4:1-11; Lucas 4:1-13), y al final de Su ministerio, cuando oró a solas en el huerto (Mateo 26:36-46; Marcos 14:32-42; Lucas 22:39-46). Entonces, ¿cómo sabemos lo que ocurrió en esos momentos?

Mateo y Juan eran discípulos de Jesús y es muy posible que Él les hablara de esos momentos. Jesús estuvo con ellos durante más de tres años, enseñándoles y compartiendo la vida con ellos. No es descabellado suponer que les habló, por ejemplo, de Su tiempo de tentación en el desierto. Lucas dice específicamente que entrevistó a testigos presenciales de la vida de Jesús (Lucas 1:1-4) para escribir su evangelio. Se cree que Marcos obtuvo la información para su evangelio del apóstol Pedro (1 Pedro 5:13). Así que ellos también habrían tenido acceso a la información.

Además, Jesús se apareció a los discípulos después de Su resurrección durante un período de cuarenta días "hablándoles acerca del reino de Dios" (Hechos 1:3). Muy bien podría haber respondido a algunas de las preguntas que ellos tenían sobre aquellos momentos en los que estuvo solo.

Todo lo demás puede atribuirse a la inspiración, guía y dirección del Espíritu Santo (2 Timoteo 3:16). Jesús habló de esto con Sus discípulos. Dijo: "Os he dicho estas cosas estando con vosotros. Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho" (Juan 14:25-26).

Es evidente que las veces que los evangelios describen las actividades de Jesús mientras estaba solo, son momentos que Dios quería que conociéramos. Dios puede comunicarnos los mensajes que quiere que conozcamos. Independientemente de que Jesús se lo dijera directamente a los escritores de los evangelios o a las fuentes de los escritores, o de que el Espíritu Santo se lo dijera directamente a los escritores, podemos confiar en que Dios nos ha revelado lo que necesitamos saber (2 Timoteo 3:16-17; 2 Pedro 1:3; Deuteronomio 29:29).

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