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¿Es Dios soberano o tenemos libre albedrío?

Dios es soberano y nosotros tenemos libre albedrío. Este es uno de los más grandes misterios de la fe cristiana. Al final, la voluntad de Dios se cumple (1 Crónicas 29:11; 2 Crónicas 20:6; Salmo 115:3; Romanos 8:28; Efesios 1:11; Apocalipsis 15:4). Él tiene el control de todas las cosas (Proverbios 19:21; Isaías 45:7; Nehemías 9:6; Colosenses 1:16). Sin embargo, también somos libres de tomar decisiones que influyan en nuestro mundo (Hechos 2:37-38; 2 Pedro 3:9). No tenemos simplemente una ilusión de elegir; tenemos una elección real.

No obstante, nuestro libre albedrío está limitado. Somos esclavos de nuestra naturaleza pecaminosa (véase Romanos 6). Así que, aunque tenemos libre albedrío, también tenemos una tendencia al pecado. En este sentido, no somos libres. Separados de Dios, somos incapaces de decidir vivir correctamente. Estamos "muertos en nuestros delitos y pecados" (Efesios 2:1; Colosenses 2:13). Pero, gracias al sacrificio de Cristo, ahora fuimos resucitados (Efesios 2:1-10). Hemos sido liberados (Gálatas 5:1). Pablo lo explica de esta manera: "... consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús... libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia... Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna" (Romanos 6:11, 18, 22). Ya no estamos atados al pecado y, por lo tanto, somos libres para vivir como Dios quiere.

Dios es soberano y en Su soberanía ha decidido darnos libre albedrío. Esto significa que nuestra relación con Dios está basada en la verdad. No estamos obligados a relacionarnos con Él; somos libres de hacerlo.

Lo anterior explica el libre albedrío y la soberanía de Dios para los creyentes en Cristo. Sin embargo, en cuanto a la forma en que la soberanía de Dios y nuestro libre albedrío se relacionan con respecto a la salvación, las cosas se complican un poco más. Sabemos que Dios conoce a todos los que vendrán a Él (Efesios 1:4-14). También sabemos que existe la voluntad humana de venir a Cristo (lo aceptamos). La forma en que esto se relaciona sigue siendo un misterio de la fe. Como creyentes, debemos responder a Dios con gratitud y esforzarnos por extender Su Evangelio a todos los que nos rodean.

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