¿Por qué debo creer en la resurrección de Jesucristo?

“Porque ante todo les transmití a ustedes lo que yo mismo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras, que fue sepultado, que resucitó al tercer día según las Escrituras, y que se apareció a Cefas, y luego a los doce. Después se apareció a más de quinientos hermanos a la vez, la mayoría de los cuales vive todavía, aunque algunos han muerto. Luego se apareció a Jacobo, más tarde a todos los apóstoles, y por último, como a uno nacido fuera de tiempo, se me apareció también a mí. ...

“Ahora bien, si se predica que Cristo ha sido levantado de entre los muertos, ¿cómo dicen algunos de ustedes que no hay resurrección? Si no hay resurrección, entonces ni siquiera Cristo ha resucitado. Y si Cristo no ha resucitado, nuestra predicación no sirve para nada, como tampoco la fe de ustedes. Aún más, resultaríamos falsos testigos de Dios por haber testificado que Dios resucitó a Cristo, lo cual no habría sucedido, si en verdad los muertos no resucitan. Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo ha resucitado. Y si Cristo no ha resucitado, la fe de ustedes es ilusoria y todavía están en sus pecados. En este caso, también están perdidos los que murieron en Cristo. Si la esperanza que tenemos en Cristo fuera sólo para esta vida, seríamos los más desdichados de todos los mortales.”
(1 Corintios 15:3-8; 12-19)

Pablo escribió estas palabras a la iglesia de Corinto alrededor del año 55 d.C. en respuesta a la creencia de que lo físico es malo y no puede tener parte en la eternidad. Casi dos mil años después, sus palabras hablan la verdad, aunque por una razón ligeramente diferente. Si vamos a continuar en forma física después de la muerte o no, muchos todavía niegan que Jesús existió, y mucho menos que fue resucitado de entre los muertos. Si están en lo cierto, como señala Pablo, los que enseñan la resurrección de Jesús blasfeman contra Dios, y los que creen en la resurrección de Jesús son “los más desdichados de todos los mortales” ¿Somos desdichados? No si es la verdad.

La primera cuestión es determinar si Jesús realmente existió. Además de los diversos autores (Mateo, Marcos, Lucas, Juan, Pablo, Pedro, Santiago [Jacobo], Judas) del Nuevo Testamento que escribieron sus historias y cartas con poca colaboración, el historiador judío Flavio Josefo también lo mencionó: “En este momento hubo un hombre sabio llamado Jesús. Su conducta era buena y [él] era conocido por ser virtuoso”. La segunda es descubrir si Jesús fue crucificado, y hay incluso más relatos en este sentido. Josefo lo mencionó, pero también lo hizo Julio Africano mientras citando al historiador Talo, y el Talmud de Babilonia va tan lejos como para hablar de que fue crucificado en la Pascua. Mara Bar-Serapion concordó que Jesús tenía fama de ser un hombre sabio y virtuoso, y fue asesinado por los judíos.

El siguiente paso es decidir si Su tumba estaba vacía. La Biblia enseña que Jesús fue matado y puesto en un sepulcro. Tres días más tarde, varias mujeres vinieron a cumplir con los preparativos de su cuerpo, a pesar de saber que la entrada sería obstruida por una piedra pesada y la piedra fijada con un sello de cera. Cuando llegaron, sin embargo, la piedra estaba quitada, y la tumba vacía. La pieza de evidencia más convincente, además de los testimonios presenciales de los Evangelios, fue que las autoridades judías lo creyeron. Incluso fueron tan lejos como para sobornar a los soldados romanos para declarar que se habían dormido y dejado que los discípulos de Jesús tomaran el cuerpo (Mateo 28:11-15). Sea como sea lo que los jefes de los sacerdotes pensaran que habrá pasado con el cuerpo de Jesús, ellos sabían que ya no estaba allí.

El último asunto es: ¿Resucitó Jesús? Sin imágenes de vídeo o evidencia fotográfica, lo más que podemos decir es: “Los testigos creían que sí.” Cuando Jesús fue llevado por los soldados, los discípulos se dispersaron (Mateo 26:56). Cuando lo creían muerto, se escondieron (Juan 20:19). Después de que se apareció a ellos, sin embargo, cambiaron. Pedro, que había negado conocerlo (Mateo 26:69-75), habló con denuedo a multitudes enteras (Hechos 2), se puso de pie ante el Sanedrín judío (Hechos 4:1-22), soportó los azotes (Hechos 5:40), y fue a la cárcel (Hechos 12:1-19), pero no dejaría de predicar. Esteban insistió en la resurrección de Jesús, aun hasta el momento en que el Sanedrín lo apedrearon (Hechos 7). Además, varios escritores extra-bíblicos dan fe del hecho de que los testigos presenciales murieron insistiendo en que habían visto a Jesús, vivo, sano y salvo, después de una crucifixión que debería haberlo dejado irreconociblemente desfigurado. Clemente de Roma informó de la muerte de Pedro y Pablo. Ignacio, Policarpo, Dionisio de Corinto, Tertuliano y Orígenes todos afirmaron que las personas murieron a causa de su creencia de que habían visto a Jesús resucitado. Si bien muchos pueden morir por una creencia, estos son mártires que murieron por lo que declararon que habían visto. No tenían ninguna razón para mentir. Decir que Jesús no resucitó les habría dado la oportunidad de una relativa paz, y una vida próspera. Insistir en que Él había resucitado les trajo múltiples azotes, encarcelamientos y muertes horribles.

Además, Pablo, perseguidor vehemente de la iglesia (Hechos 9:1-2) y Jacobo, el hermano de Jesús y un escéptico convencido (Juan 7:2-5), ambos afirmaron haber visto a Jesús después de su resurrección. Y ambos murieron, negándose a retractarse de esa creencia. Una vez más, afirmar que Jesús había resucitado no les concedió ningún galardón terrenal. Pablo pasó de ser un poderoso miembro respetado, de los líderes judíos a un casi vagabundo, constantemente trabajando, viajando y predicando pausando ocasionalmente para ir a la cárcel. Jacobo era conocido por hacer lo correcto. Él no creía en Jesús hasta que había visto la prueba de que Jesús era el Mesías. En respuesta, se convirtió en un líder de la iglesia de Jerusalén –una iglesia que fue perseguida continuamente.

Hay varias teorías que tratan de dar una explicación de los hechos de esta historia. Algunos dicen que los testigos experimentaron una alucinación en masa—a pesar del hecho de que las alucinaciones son, por definición, defectos en el cerebro de un individuo y no es algo que una multitud podría experimentar en conjunto. Otros dicen que los discípulos robaron su cuerpo. Pero, de nuevo, si lo hicieron, ¿por qué iban a sufrir y morir por algo que sabían que no era cierto? Otros insisten en que Jesús no murió en la cruz, Él simplemente se desmayó o entró en coma. Las heridas de Jesús no sólo eran las cicatrices en sus manos, pies y costado. También tenía la carne arrancada de su cuerpo por los latigazos y las heridas de la corona de espinas. Un hombre deshidratado, azotado, y crucificado no podría haberse “recuperado” después de tres días en una tumba fría y sin ayuda de nadie rodar una piedra gigante de la entrada de una cueva. Incluso si Jesús era de algún modo capaz de escapar de la tumba en esa condición, Él no habría exhibido ningún tipo de vida resucitada que lo demás quisieran experimentar.

Jesús vivió, fue crucificado, resucitó al tercer día, y fue visto por muchos. Las autoridades judías trataron de encubrirlo con dinero. El gobierno romano trató de silenciar con violencia. Escépticos modernos tratan de buscarle una explicación natural. Pero no hay ninguna teoría que pueda explicar los relatos de los testigos presenciales, excepto que Jesús en verdad resucitó. Debido a eso, nosotros podemos tener la esperanza de que también un día resucitaremos y nos encontraremos con Él.



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