¿Qué dice la Biblia?
El montanismo fue un movimiento que surgió a finales del siglo II, llamado así por Montano, que se había convertido al cristianismo después de servir como sacerdote en el culto de Cibeles. Alrededor del año 170 d.C., Montano afirmó haber recibido el don de la profecía, y dos mujeres, Priscila y Maximila, pronto se unieron a él, también haciendo afirmaciones proféticas. Este grupo, conocido como la “Nueva Profecía”, creía que sus revelaciones procedían directamente de Dios y eran relevantes para la iglesia de su tiempo. Sin embargo, el movimiento se enfrentó a una fuerte oposición por parte de los líderes eclesiásticos, que acusaron a Montano de hacer falsas profecías (Deuteronomio 18:20-22) y de descarriar a la gente con declaraciones extáticas e incontroladas. La Biblia advierte contra los falsos profetas y enseña que las profecías deben estar en consonancia con la Palabra de Dios (1 Juan 4:1; 1 Corintios 14:29). Los montanistas afirmaban ofrecer nuevas revelaciones, lo que causaba preocupación porque la Biblia advierte que no se debe añadir ni quitar nada a la Palabra de Dios (Apocalipsis 22:18-19). Como resultado, el montanismo fue finalmente condenado por la iglesia primitiva por desviarse de la enseñanza bíblica. El movimiento montanista se consideraba peligroso por su confianza en revelaciones nuevas y no probadas, que entraban en conflicto con el énfasis de la iglesia primitiva en la autoridad bíblica. A pesar de su rechazo, el montanismo persistió durante siglos, y se dice que aún existía un santuario montanista en el siglo VI, bajo el emperador Justiniano. El seguidor más famoso del movimiento fue Tertuliano, un destacado escritor cristiano que defendió el montanismo en sus últimos años.