La Ley Mosaica se refiere a las leyes que Dios dio a Moisés en el monte Sinaí después de liberar a los israelitas de la esclavitud en Egipto. Incluye los Diez Mandamientos, ordenanzas para la vida en sociedad y regulaciones para el culto. La Biblia da al menos cuatro razones por las que Dios entregó la Ley a Su pueblo: para su propio bien, para revelar Su carácter, para apartarlos como testimonio a otros y para demostrar la necesidad que tiene la humanidad de un Salvador.
La conciencia de nuestro propio pecado podría dejarnos sin esperanza, pero Dios intervino. Romanos 8:3-4 nos dice: “Pues lo que la ley no pudo hacer, ya que era débil por causa de la carne, Dios lo hizo: enviando a Su propio Hijo en semejanza de carne de pecado y como ofrenda por el pecado, condenó al pecado en la carne, para que el requisito de la ley se cumpliera en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu”. El Hijo de Dios, Jesús, vivió una vida sin pecado, cumpliendo toda la Ley, y ofrece esa justicia a cualquiera que se arrepienta y crea. En su carta a los Gálatas, Pablo explica: “De manera que la ley ha venido a ser nuestro ayo para conducirnos a Cristo, a fin de que seamos justificados por la fe” (Gálatas 3:24). Nuestra necesidad de la gracia salvadora de Dios a través de Jesús solo queda clara cuando tenemos una norma como la Ley Mosaica.