¿Por qué Dios dio la Ley Mosaica?

La Ley Mosaica se refiere a las leyes que Dios le dio a Moisés en el Monte Sinaí después de liberar a los israelitas de la esclavitud en Egipto. Incluyen los Diez Mandamientos, las ordenanzas para vivir en sociedad y los reglamentos para la adoración (requisitos para sacerdotes, sacrificios, fiestas y el templo). La Biblia da al menos cuatro razones por las que Dios dio la Ley Mosaica a su pueblo: por su propio bien, para revelarse a ellos, para diferenciarlos con el fin de revelarse a otros, y para revelar la necesidad de la humanidad de un salvador.

Cuando se presentó la Ley a los israelitas en Deuteronomio 10:13 Dios les dijo: "Que cumplas los mandamientos y los preceptos que hoy te manda cumplir, para que te vaya bien." Dios quería que la Ley Mosaica fuera una bendición para Su pueblo. Vemos fácilmente este propósito en leyes como " No mates" (Éxodo 20:13), "No robes" (Éxodo 20:15) y "Ama a tu prójimo como a ti mismo." (Levítico 19:18). Las sociedades donde se siguen estas leyes son más seguras y prósperas que las sociedades sin requisitos similares. Deuteronomio 5:29 y 33 revelan aún más el corazón de Dios al prescribir la ley mosaica. Dios dice: ¡Ojalá su corazón esté siempre dispuesto a temerme y a cumplir todos mis mandamientos, para que a ellos y a sus hijos siempre les vaya bien!" " Sigan por el camino que el Señor su Dios les ha trazado, para que vivan, prosperen y disfruten de larga vida en la tierra que van a poseer." Cientos de años más tarde, el salmista, mientras reflexionaba sobre la Ley de Dios, escribió que la amaba y que las palabras de Dios eran más dulces que la miel porque la Ley le daba sabiduría y comprensión (Salmo 119: 97–104). Este salmista ciertamente experimentó las leyes como la bendición que Dios quiso que fueran.

Dios también declara que el propósito de la ley es enseñar a las personas que Él es santo y debe ser temido (respetado). En Levítico 19: 2 Dios dice: "Habla a toda la congregación de los hijos de Israel, y diles: Santos seréis, porque santo soy yo Jehová vuestro Dios." Deuteronomio 31: 12–13 nos muestra cómo se pretende que la Ley continúe revelando el carácter santo y asombroso de Dios a las generaciones futuras: "[...] cuiden de cumplir todas las palabras de esta ley; y los hijos de ellos que no supieron, oigan, y aprendan a temer a Jehová vuestro Dios todos los días que viviereis sobre la tierra adonde vais, pasando el Jordán, para tomar posesión de ella." Este aspecto de santidad del carácter de Dios se revela en muchas de las leyes que prescriben la adoración y en la forma en que las personas y los sacerdotes debían acercarse a la presencia del Señor.

Al dar estas leyes a los israelitas, Dios los estaba apartando como diferentes de otras naciones. Él les dijo: "Obedezcan mis estatutos y pónganlos por obra. Yo soy el Señor, que los santifica." (Levítico 20: 8). Santificar significa apartarse para un propósito santo. Deuteronomio 28: 1, 9–10, nos ayuda a comprender qué propósito tuvo Dios para apartar a los israelitas con la Ley: "Si realmente escuchas al Señor tu Dios, y cumples fielmente todos estos mandamientos que hoy te ordeno, el Señor tu Dios te pondrá por encima de todas las naciones de la tierra. ... El Señor te establecerá como su pueblo santo, conforme a su juramento, si cumples sus mandamientos y andas en sus caminos. Todas las naciones de la tierra te respetarán al reconocerte como el pueblo del Señor." Dios quiso que otras personas en otras naciones lo conocieran mejor al ver a los israelitas y las leyes que seguían.

En Deuteronomio 4: 6–8, Moisés dice: "Obedézcanlos y pónganlos en práctica; así demostrarán su sabiduría e inteligencia ante las naciones. Ellas oirán todos estos preceptos, y dirán: “En verdad, este es un pueblo sabio e inteligente; ¡esta es una gran nación!” ¿Qué otra nación hay tan grande como la nuestra? ¿Qué nación tiene dioses tan cerca de ella como lo está de nosotros el Señor nuestro Dios cada vez que lo invocamos? ¿Y qué nación hay tan grande que tenga normas y preceptos tan justos, como toda esta ley que hoy les expongo?” Dios quería que otras naciones notaran Sus interacciones especiales con los israelitas. De hecho, Él dijo: "—Mira el pacto que hago contigo —respondió el Señor—. A la vista de todo tu pueblo haré maravillas que ante ninguna nación del mundo han sido realizadas. El pueblo en medio del cual vives verá las imponentes obras que yo, el Señor, haré por ti." (Éxodo 34:10). Se suponía que la Ley Mosaica debía revelar a Dios a los demás al separar a los israelitas.

El propósito final y quizás más importante que la Biblia le da a la Ley Mosaica es que revela la necesidad que tiene la humanidad de un salvador. La Ley establece el estándar para la santidad y enseña lo que califica como pecado, fallas y defectos. Pablo dice que "[...] mediante la ley cobramos conciencia del pecado." (Romanos 3:20), "[...] si no fuera por la ley, no me habría dado cuenta de lo que es el pecado." (Romanos 7: 7). La Ley revela la gran cantidad de formas en que los humanos no cumplen con el estándar de Dios. La conciencia de nuestro propio pecado podría dejarnos derrotados y sin esperanza, pero Dios intervino. Romanos 8: 3–4 nos dice: "En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa, sino según el Espíritu." El Hijo de Dios, Jesús, vivió una vida sin pecado que cumple toda la Ley y Él ofrece esa justicia a cualquiera que se arrepienta y cree. En su carta a los Gálatas, Pablo explica: "Así que la ley vino a ser nuestro guía encargado de conducirnos a Cristo, para que fuéramos justificados por la fe." (Gálatas 3:24). Nuestra necesidad de la gracia salvadora de Dios a través de Jesús solo está clara para nosotros si tenemos una norma establecida como la Ley Mosaica.



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