El lamento en la Biblia es una expresión de profunda pena, tristeza, decepción o duelo. Aparece ampliamente en los libros proféticos y en los Salmos. Nehemías se lamentó al enterarse de la devastación de Jerusalén y lloró durante días ante Dios. Job y los salmistas también derramaron su angustia, cuestionando a Dios por su sufrimiento y buscando Su presencia en medio de él.
Muchos salmos de lamentación siguen una progresión estructurada que va del dolor a la súplica y a la confianza en la fidelidad de Dios. El libro de las Lamentaciones es un buen ejemplo, con lamentos que pasan de la desesperación a la esperanza en el amor y la misericordia duraderos de Dios.
En el Nuevo Testamento, Jesús se lamentó por el rechazo de Jerusalén; Pablo expresó en sus cartas lamentos personales por sus propias circunstancias y por el pecado del pueblo, y el Apocalipsis también incluye lamentos. Estos ejemplos muestran que Dios acoge con agrado las emociones sinceras y nos invita a llevar ante Él nuestras penas y decepciones, para encontrar consuelo y restauración en Su presencia.
Los lamentos de la Biblia muestran que Dios acoge nuestras emociones sinceras. Espera que le presentemos nuestra angustia y nuestra aflicción. El autor de Lamentaciones llenó su libro (que en realidad es un poema acróstico) solo con lamentos, y Nehemías se lamentó "durante días". No hay razón para ocultar a Dios nuestra decepción o tristeza, ni para apresurarnos a pasar por estas emociones buscando la alegría demasiado rápido.
Cuando llevamos estos lamentos ante Dios, alineamos nuestros corazones con el Suyo. Isaías 63:10 afirma que el Espíritu Santo de Dios se “entristece” cuando la gente se rebela. En Jeremías 5:30, Dios comenta: “Algo espantoso y terrible Ha sucedido en la tierra:” Dios no duda en contemplar el dolor y el sufrimiento y declararlo una situación penosa. Dios no se deleita en el sufrimiento de Su pueblo. En Jeremías 31:20, Dios declara acerca de Efraín: “Porque cuantas veces hablo contra él, Todavía lo recuerdo más. Por eso mis entrañas se conmueven por él”.
Se tiene constancia de que Jesús sintió compasión ante el sufrimiento de la gente. Mateo 9:36 dice: “Y viendo las multitudes, tuvo compasión de ellas, porque estaban angustiadas y abatidas como ovejas que no tienen pastor.” Cuando Jesús vio a la gente lamentándose por la muerte de su amigo Lázaro, “se conmovió profundamente en el espíritu, y se entristeció,” (Juan 11:33). Luego dice: “Jesús lloró.” (Juan 11:35).
Dios no desconoce el dolor profundo, así que cuando nos lamentamos, nos unimos a Él al declarar que estas situaciones no son ideales. Servimos a un Dios que se alegra de hacer el bien a Su pueblo (Jeremías 32:41), que se entristece cuando le llega el sufrimiento (Jeremías 31:20) y que acoge nuestros lamentos (Mateo 11:28; Filipenses 4:6; Hebreos 4:16; 1 Pedro 5:7).