¿Habla la Biblia sobre el pago de impuestos?

Pagar impuestos no es divertido. No es agradable para nosotros hoy, y a los antiguos judíos tampoco les agradaba mucho. Los recaudadores de impuestos eran odiados en los tiempos bíblicos (Mateo 11:19; 21: 31–32; Lucas 3: 12–13). No nos gusta regalar el dinero que tanto nos costó ganar, especialmente cuando podemos ver que el gobierno lo está utilizando para cosas frívolas, inútiles o francamente malvadas. A veces, los argumentos morales sobre mejores usos de nuestro dinero, o no querer contribuir a prácticas inmorales, son utilizados por personas de conciencia rigurosa como una razón para no pagar impuestos. ¿Puede un cristiano pensar de esta manera? ¿O tenemos que pagar nuestros impuestos, pase lo que pase?

Una gran historia en el Nuevo Testamento ilustra perfectamente este problema y nos da una respuesta clara sobre qué hacer. En un esfuerzo por atrapar a Jesús para que dijera o hiciera algo ilegal, los fariseos le preguntaron: "¿Está permitido pagar impuestos al césar o no?" Deben haber pensado que, por un lado, Jesús seguramente no podría condonar el pago de impuestos a un gobierno como Roma, que era inicuo en muchos sentidos. Al mismo tiempo, ¿podría tolerar quebrantar una ley? Pero Jesús vio sus motivos y les dio una brillante respuesta: "[…] denle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios." (Mateo 22: 17-21). Jesús no solo evitó hábilmente ser atrapado por la falsa dicotomía, sino que también enseñó una valiosa lección. El dinero es terrenal, temporal y no tiene valor en comparación con el reino de Dios.

Más tarde, el apóstol Pablo amplió esta lección cuando dijo: "Por eso mismo pagan ustedes impuestos, pues las autoridades están al servicio de Dios, dedicadas precisamente a gobernar. Paguen a cada uno lo que le corresponda: si deben impuestos, paguen los impuestos; si deben contribuciones, paguen las contribuciones; al que deban respeto, muéstrenle respeto; al que deban honor, ríndanle honor."(Romanos 13: 6-7). El gobierno romano era malvado, y durante la vida de Pablo, fue gobernado por Nerón, quien fue uno de los peores emperadores que Roma jamás vio. Pero todo el sistema dependía de los impuestos y apoyaba tanto a los judíos como a los romanos. Le debían impuestos a su gobierno, al igual que nosotros. Y debemos ser obedientes al gobierno (Romanos 13: 1-7).

Está bien tomar caminos legales y honestos para deducir impuestos y reducir la presión fiscal, pero debemos tener en cuenta que el gobierno, y su brazo de recaudación de impuestos, son una autoridad sobre nosotros, y que cada autoridad está establecida por Dios para nuestro bien (Romanos 13: 4) y que aquellos que se rebelan contra la autoridad se rebelan contra Dios (Romanos 13: 2).



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