¿Qué significa honrar a Dios?

Honrar a alguien significa respetarlo y estimarlo. El grado de honor que le otorgamos a alguien depende en gran medida de su posición y sus logros. Por ejemplo, el honor que se le otorga a un niño por sus buenos resultados en la escuela es muy diferente del honor que se le otorga a un comandante por ganar una guerra. Honramos a las personas por diversas razones, tales como su posición, su poder, sus logros, su integridad, su intelecto, etc. Demostramos el honor a través de las actitudes, el afecto y las acciones que tenemos con la persona a la que honramos. La actitud que tenemos hacia quienes honramos incluyen la consideración, el respeto y la reverencia. Las emociones que experimentamos hacia los que honramos incluyen la admiración, la adoración o incluso el temor. Las acciones que realizamos hacia quienes honramos incluyen la admiración, la sumisión y la obediencia. Por ejemplo, los hijos honran a sus padres a través de la sumisión y la obediencia.

Entonces, ¿qué significa honrar a Dios? Honrar a Dios significa mostrarle la estima, el respeto, la reverencia, la admiración, la adoración, el temor, la alabanza, la sumisión y la obediencia que se le deben. Honrar a Dios significa adorarle en todas nuestras actitudes, sentimientos y acciones. La esencia de lo que significa honrar a Dios se nos revela en lo que Jesús llamó el primer y más grande mandamiento: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento" (Mateo 22:37-38). Observa que honrar a Dios no puede limitarse a las actuaciones externas de los rituales o las ceremonias. Jesús nos manda honrar a Dios tanto con los labios como con el corazón. Los hipócritas honran a Dios con las palabras de su boca, pero sus corazones están alejados de Él (Mateo 15:8-9).

Dios merece el más alto honor (es decir, que entreguemos por completo nuestras vidas para Su gloria y para servirle con amor, Romanos 12:1) tanto por lo que Él es como por lo que ha hecho. Él es nuestro creador, sustentador y redentor. Nuestra vida y nuestro aliento provienen de Dios. En Él vivimos, nos movemos y somos (Hechos 17:28). Todo lo que tenemos lo hemos recibido de Él. Todas las cosas han sido hechas por Él y para Él. Sólo podemos honrar a Dios si vivimos, no para nuestra propia gloria, sino para la suya. Él es digno de todo honor. Por ejemplo, la posición de Dios (Salmo 47:7), el poder (Éxodo 15:6), los logros (Apocalipsis 4:11), la integridad (Isaías 6:3) y el intelecto (Romanos 11:33). No importa la categoría que elijamos, a Dios debemos honrarlo por sobre todas las cosas. El honor que se le debe a Dios es perfecto e infinito, ya que Él es perfecta e infinitamente honorable (1 Pedro 1:16; Apocalipsis 4:8). Que nos presentemos como sacrificios vivos al honor de Dios no es más que lo que dicta el deber (Lucas 17:10).

Sin embargo, las Escrituras nos informan que toda la humanidad no ha honrado a Dios como debería (Romanos 1:21). Nuestros pecados no son sólo violaciones de las leyes de Dios, sino agresiones a Su honor (Salmo 51:4). Demostramos deshonra a Dios con nuestra desobediencia. Debido a nuestra desobediencia, vivimos bajo la inminente condena de muerte y destrucción (Efesios 2:1-3; Romanos 3:23; 6:23; Mateo 25:41). Ahora bien, Dios, debido a Su gran amor por nosotros, envió a Su Santo Hijo, Jesucristo, quien honró a Dios mediante Su perfecto amor, humildad y obediencia, y murió por nuestro deshonroso pecado, culpa y vergüenza (Efesios 2:4-10). A través de la vida, la muerte y la resurrección de Cristo, Dios ha preparado el camino para que nos reconciliemos con Él (Juan 14:6; Romanos 5:10). El Padre nos dice que no podemos honrarle si no honramos a Su Hijo, Jesucristo (Juan 5:22-23). Por consiguiente, es imposible que honremos a Dios a menos que y hasta que recibamos a Jesucristo como nuestro Señor y Salvador. Es sólo a través de la fe en Jesucristo que Dios quita la vergüenza y el deshonor que nuestros pecados merecen y nos concede el honor y la santidad de la vida justa de Cristo. Asimismo, Dios nos da Su Espíritu Santo para que habite en nosotros y nos empodere para vivir para la gloria y el honor de Dios (Juan 14:16; 1 Corintios 12:11; 2 Corintios 3:18; Gálatas 5:22-23). Pasar la eternidad glorificando y honrando a Dios por todo lo que Él es y ha hecho por nosotros a través de Jesucristo será mucho más que nuestro deber (Apocalipsis 5:12); será nuestro deleite (Salmo 16:11).



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