¿Se debe permitir que un no creyente participe en el grupo de alabanza de una iglesia?

Algunas iglesias permiten o han contemplado la posibilidad de permitir que los no creyentes formen parte de sus grupos de alabanza. Generalmente esto es por una de dos razones: 1) la iglesia busca la excelencia en la adoración y la persona es un músico talentoso, o 2) la iglesia quiere aprovechar su participación como una herramienta evangelística. Aunque cada una de estas razones tiene una buena intención, no reemplazan la descripción bíblica de cómo es el ministerio de adoración, la cual no la puede realizar un incrédulo.

La adoración corporativa mediante la música es un ministerio especial para guiar a las personas a rendirse en la presencia de Dios. El grupo de alabanza no está allí para realizar un espectáculo musical o impresionar a los demás con sus talentos. Por el contrario, están ahí para ayudar a otros a adorar a Dios. Deben guiar con el ejemplo, adorando a Dios en sus propios corazones e invitando a otros a unirse. La Biblia dice que "Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren" (Juan 4:24). Un incrédulo no puede dirigir la adoración porque no adora a Dios en su espíritu. De hecho, el incrédulo podría estar adorándose a sí mismo, a la música, o a un sin número de otras cosas en la tarima los domingos por la mañana, profanando la adoración a Dios (Éxodo 20:4-5; 1 Corintios 10:14). De hecho, un incrédulo no adora a Dios, así que ¿cómo podría un incrédulo guiar a otros a adorar a Dios?

Dios es santo, y por eso la adoración a Dios debe ser santa, apartada y distinta de la música de este mundo. Debemos esforzarnos por alcanzar la excelencia musical en nuestra adoración (Salmo 33:3), del mismo modo que debemos dar a Dios lo mejor de nosotros en todos los ámbitos de nuestra vida (Colosenses 3:17). Ahora bien, la búsqueda de la excelencia nunca debe ser tan importante como para comprometer los aspectos más relevantes de la adoración cuando invitamos a los no creyentes a formar parte del equipo de alabanza. Nuestra adoración espiritual consiste en presentar todo nuestro cuerpo para que Dios lo use y no se conforme a este mundo (Romanos 12:1-2), y esto no debe ser sacrificado en pos de una supuesta excelencia. La adoración no consiste en actuar, sino en honrar a Dios. La música mejor interpretada no hace nada para honrar a Dios si no viene de un corazón de verdadera adoración. De igual forma, incluso la voz más desafinada expresada con gratitud y un corazón rendido a Dios lo honra y lo deleita.

Otro aspecto que debemos tener en cuenta es la importancia del equipo de alabanza. Ya sea que nos guste o no, cada persona que sube a la tarima el domingo por la mañana se convierte en la cara de la iglesia ante la congregación y los demás: esto incluye al equipo de alabanza. Incluso la persona que da los anuncios o alguien que se acerca a leer las Escrituras u orar serán considerados como líderes espirituales por parte de la congregación. Primera de Timoteo establece los requisitos para los diáconos y ancianos, reconociendo indudablemente que tienen que ser creyentes. Aunque es claro que no todos los que participan en el ministerio público de la iglesia son ancianos o diáconos, siguen siendo representantes de la iglesia local, tanto dentro de la iglesia como ante la comunidad. La Biblia también dice que no nos unamos en yugo desigual con los incrédulos (2 Corintios 6:14); si esto es importante en las relaciones, ¿cuánto más lo es en el ministerio? El pastor y los líderes de la iglesia deben considerar cuidadosamente la vida espiritual de aquellos que de alguna manera participan en actividades ministeriales.

En cuanto a la discusión de dejar que un no creyente participe en el equipo de alabanza de una iglesia por el bien de testificar al no creyente, hay que considerar qué tipo de testimonio es ese. Permitir que un no creyente dirija a los cristianos en la adoración parecería demostrar que realmente no hay diferencia entre los creyentes y los no creyentes. Da la impresión de que vemos la adoración como nada más que un espectáculo musical. Si ese es el asunto, ¿a qué clase de Dios estamos adorando? ¿Cómo podría el no creyente llegar a saber que el cristianismo es diferente de otras religiones, que la iglesia no es una fiesta de canciones ni una charla de motivación, sino que es adoración al único Dios verdadero a medida que buscamos juntos conocerle más y amarnos unos a otros y a los demás? Es mucho mejor dar testimonio a los no creyentes con nuestras palabras y nuestras relaciones. Invita al no creyente a acompañarte en la iglesia y en actividades como el estudio de la Biblia o la escuela dominical. Apoya el talento musical del no creyente de otras maneras. Construye una amistad que se base en la verdad, en la cual puedas demostrar el amor de Dios en la práctica, y al mismo tiempo mostrar que una relación con Dios es algo que hay que valorar y honrar como algo diferente. Oremos para que el incrédulo llegue a conocer a Cristo, y cuando lo haga probablemente se alegrará de no haber intentado hipócritamente guiar a otros en la adoración de un Dios que no conocía.

La Biblia dice que nuestra adoración debe ser aceptable, con reverencia y temor. Los incrédulos sencillamente no pueden adorar a Dios de esa manera, ni son capaces de guiar a los cristianos a adorar a Dios así (Hebreos 12:28-29). El ministerio de adoración debe estar reservado para aquellos que conocen al Dios a quien están adorando, y que lo adoran no sólo a través de la música en la iglesia, sino con toda su vida.



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