¿Puedo sentirme frustrado con Dios?

Por lo general, la frustración se define como el enfado o la molestia por la impotencia de cambiar algo o de alcanzar un objetivo. A veces, todos nos frustramos frente a los acontecimientos de la vida, pero ¿está mal estar frustrado con Dios?

La Biblia brinda algunos ejemplos de personas que se frustraron con Dios que nos permiten una respuesta clara a esta pregunta. Por ejemplo, Jonás se sintió frustrado con Dios en Jonás 4, no sólo por la viña que se había marchitado, sino también por la decisión de Dios de no juzgar al pueblo de Nínive cuando se arrepintió como respuesta a la predicación de Jonás. ¿Cómo respondió Dios? Le preguntó a Jonás: "¿Tanto te enojas por la calabacera?". (Jonás 4:9). Con esta pregunta como punto de partida, Dios explicó que las personas y los animales de la ciudad eran mucho más importantes, poniendo en tela de juicio la frustración de Jonás, quien no veía la situación desde la perspectiva de Dios.

En el Nuevo Testamento, el relato de María y Marta nos sirve de claro ejemplo. Cuando Jesús visitó su casa, María escuchó a Jesús mientras Él enseñaba. Marta trabajaba para preparar la casa y la comida. Marta se frustró al ver que María no ayudaba y le dijo a Jesús: "Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude" (Lucas 10:40). Jesús respondió de una manera que dejaba claro que María era la que había elegido centrarse en Jesús y que tenía razón al hacerlo (Lucas 10:41-42).

Si la frustración se define como ira hacia Dios, es indudablemente un error. Nuestras frustraciones humanas con Dios son el resultado de no entender Su plan o Su forma de actuar en nuestra vida. Aunque incluso las personas piadosas de la Biblia estaban frustradas con Dios, el objetivo del Señor era llevarlas a confiar en Su fortaleza y ayuda.

Estamos llamados a confiar en el Señor (Salmo 37:3; Proverbios 3:5-6). Cuando lo hacemos, renunciamos a nuestro deseo de vivir frustrados, sabiendo que Dios tiene el control y es capaz de hacer que incluso las peores situaciones de la vida obren para Su beneficio supremo. Así podemos responder, como José, que el mal que nos sucede forma parte del plan de Dios para cambiar la vida (Génesis 50:19-20). Comprobamos lo que Pablo enseñó en Romanos 8:28: "Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados".

Estos pasajes y otros nos ayudan a entender que, en lugar de frustrarnos con Dios, debemos confiar en la bondad, el poder y el control de Dios, sabiendo que Su fortaleza es perfecta y que Él guiará nuestras vidas para ayudar a cumplir Su plan para nosotros: "Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad" (2 Corintios 12:9).



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