La fe consiste en confiar en quién Dios dice que es. La fe es esencial para una relación con Dios, ya que por medio de ella somos justificados y podemos agradarle (Hebreos 11:6). Es un don de Dios (Efesios 2:8-9) que no se puede ganar, y nos conecta con Él a través de Jesucristo. La fe nos permite creer en cosas que no se ven y nos da la seguridad de la esperanza (Hebreos 11:1-3). A medida que crecemos en nuestro conocimiento y confianza en Dios, nuestra fe se fortalece, incluso a través de pruebas que desarrollan la perseverancia y el carácter (Santiago 1:2-4, Romanos 5:1-5). En última instancia, la fe nos conduce a la salvación y permite la transformación continua de nuestros corazones y nuestras vidas (1 Pedro 1:8-9).
Lo único que distingue a los que pertenecen a Dios de los que no, es la fe. No se trata del nivel de maldad o de bondad de una persona. A medida que conocemos a Dios a través de la Biblia, nuestra fe en Él se vuelve más relevante y plena. Ejercitar nuestra fe la fortalece, como un músculo. Esta es la única manera en que podemos crecer en nuestra confianza en Dios y comprender versículos como Santiago 1:2-4 y Romanos 8:28. Por la fe, somos justificados (declarados justos) ante Dios y nos relacionamos con Él. La fe también nos ayuda a soportar el sufrimiento, confiando en que Dios puede usarlo y lo usará en última instancia para nuestro bien y para Su gloria, como promete Romanos 8:28. La fe es fundamental en la vida cristiana: comienza en el momento de la salvación и continúa a lo largo de todo nuestro camino con Dios. Puesto que nuestra fe está en Dios, tenemos un fundamento seguro y firme.