¿Qué significa convertirse? ¿Qué es una conversión de fe?

La palabra convertir significa "hacer que cambie de forma, carácter o función". Por ejemplo, el cuerpo de una persona puede convertir los alimentos en calorías, o energía. Por lo tanto, el cuerpo es la fuente de la conversión y el alimento está siendo convertido, actuando gracias a la capacidad del cuerpo para realizar la conversión. Cuando un cristiano se convierte, Dios también actúa sobre él. Dios tiene el poder de cambiarnos, y cuando nos concede la fe en Él, nos convertimos. Antes éramos pecadores enemistados con Él (Romanos 5:10), pero ahora somos "... hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas" (Efesios 2:8-10). Así que, el verbo "convertir" describe con mucha exactitud el proceso de la salvación.

El Evangelio es "poder de Dios para salvación a todo aquel que cree" (Romanos 1:16). Esto significa que Dios hace algo para "hacernos cambiar" de forma, carácter y función. De la misma manera que Dios habló al vacío y creó el mundo, así también le habla al alma y ésta cambia, recibe luz, renace como una nueva creación (2 Corintios 5:17; Juan 3:3-6). Una vez que tenemos fe, sabemos que "nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo" (Colosenses 1:13). Literalmente nos convertimos de un estado a otro. Cuando antes nos conformábamos con el pecado, ahora nos conformamos con la Palabra de Dios; cuando antes amábamos el pecado, ahora amamos la justicia; cuando antes dedicábamos nuestros cuerpos a la obra de la carne, ahora los dedicamos a la obra del reino de Dios (Romanos 6:20-22; 12:1). Hemos cambiado por completo.

La Biblia usa la palabra griega aparche para describir a un hombre llamado Epeneto, "que es el primer fruto de Acaya para Cristo", como resultado del ministerio de Pablo (Romanos 16:5). La palabra aparche literalmente significa "primicias", como las primicias de una cosecha. La Biblia está llena de metáforas sobre la cosecha. La Palabra de Dios se compara con semillas plantadas en la tierra, y las personas que escuchan la palabra como diferentes plantas (Lucas 8:5-15). A los incrédulos se les compara con un campo de trigo preparado para la siega (Lucas 10:2). Y a los convertidos se los llama las "primicias" de la cosecha. Una semilla se convierte en una pequeña planta, que después crece y se convierte en un tallo de trigo.

Estas metáforas de la cosecha, cuando se toman en conjunto, ilustran algo que a veces pasamos por alto o que olvidamos cuando nos esforzamos por traer gente al reino de Dios: la conversión tiene lugar entre la semilla y la cosecha. La Palabra de Dios, la semilla, se planta en el corazón. Los evangelistas y maestros riegan la planta. Dios hace crecer la planta (1 Corintios 3:6). Y una vez que la planta crece y está lista para ser cosechada, se envían obreros al campo. La conversión es un proceso que ocurre cuando un Dios creador interviene para provocar un cambio en Su creación. Convierte el corazón de piedra en un corazón de carne (Ezequiel 36:26). Convierte a una persona en un estado de pecado rebelde y la convierte en una persona dispuesta a decir "creo" (Juan 3:16).



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