¿Cómo deben manejarse los conflictos dentro de la iglesia?

El conflicto en la iglesia es inevitable, pero ¿cómo debemos manejar el conflicto que ocurre en la iglesia? ¿Qué enseña la Biblia? Todo el libro de 1 Corintios fue escrito para abordar el problema de una iglesia dividida. El conflicto en la iglesia no es un problema nuevo. Hay principios provistos a lo largo de la Escritura que proveen instrucción para el manejo del conflicto en la iglesia.

La forma en que abordamos los desacuerdos entre los miembros de la iglesia tiene mucho que ver con la naturaleza de la discusión. El conflicto de la iglesia puede surgir por diferencias de opinión, desacuerdo con el liderazgo o casos de pecado evidente. Cada uno de estos requiere un enfoque diferente, aunque todos ellos necesitan compartir ciertos principios básicos.

Cualquier desacuerdo entre los miembros de la iglesia debe basarse en el amor y la benignidad (Efesios 4:15). El objetivo de cada discusión debe ser la unidad, no "ganar" o promover nuestra propia agenda. Además, es crítico que estas discusiones se basen en la verdad (1 Corintios 13: 6). Esto significa ver más allá de las apariencias (Juan 7:24), los chismes (Proverbios 16:28) y las suposiciones (Proverbios 18:13). Si los únicos pasos que los cristianos supieran tomar para manejar el desacuerdo fueran ser humildes (Santiago 4:10), amorosos y pacientes (Santiago 1: 19–20), entonces la gran mayoría de los conflictos se resolverían fácilmente (Colosenses 3:12 -15).

Cuando un conflicto no se resuelve exactamente como lo preferiría una persona, a menudo la mejor solución es simplemente perdonar y seguir adelante (Mateo 18: 15–35). Las iglesias están hechas de personas imperfectas, por lo que nunca serán perfectas. A menos que se trate de un grave error doctrinal o de un pecado manifiesto, es mejor mantener la unidad que rasgar vestiduras por un asunto menor (Salmo 133: 1; Efesios 4: 1–3).

Los conflictos de la iglesia más fáciles de manejar son, o al menos deberían ser, cuando se trata de simples diferencias de opinión. La Biblia es bastante clara en que, en muchos temas, los cristianos no estarán de acuerdo. Cuando esos desacuerdos son sobre temas de "libertad cristiana", la solución más fácil es simplemente aceptar estar en desacuerdo. No vale la pena crear una conmoción por algunas diferencias de opinión. De hecho, algunos conflictos, si no la mayoría, tienen más de una parte culpable (Mateo 7: 1–5).

La parte verdaderamente difícil de esto es darse cuenta de que muchas de las tradiciones y preferencias que practica una iglesia caen en esta categoría. Los estilos musicales, el uso de los medios de comunicación, películas, comida, deportes, etc., no están inherentemente vinculados a ninguna doctrina en particular. Un cristiano debe ser muy, muy cuidadoso de no juzgar o criticar a un compañero creyente sobre algo que realmente no es de su incumbencia.

Los desacuerdos con el liderazgo son algo más difíciles de manejar. Al igual que con todos los demás asuntos, los miembros de la iglesia deben buscar la humildad y la verdad, evitando los chismes o la arrogancia. Cuando se maneja correctamente, estas situaciones pueden ser grandes oportunidades para que una iglesia crezca (Hechos 6: 1–7). Cuando se manejan mal, pueden provocar rencores de por vida e iglesias divididas.

Acercarse al liderazgo sobre un desacuerdo debe hacerse con cuidado y con un espíritu de humildad (Hebreos 13: 7, 17). Solo debe hacerse cuando una persona está firmemente convencida de que es necesario (1 Timoteo 5:19). Los buenos líderes deben estar dispuestos a escuchar quejas y tomarlas de una manera humilde y considerada (1 Pedro 5: 1-3). En casos graves, es más seguro seguir el procedimiento de disciplina de la iglesia para asegurarse de que el proceso sea transparente (Proverbios 11:14).

La disciplina de la iglesia es el proceso utilizado para conflictos que involucran pecado manifiesto o error doctrinal crítico. Esta es una situación grave, por lo que requiere un enfoque muy estructurado. Mateo 18: 15–20 proporciona un esquema para manejar los principales conflictos de la iglesia. El primer paso es abordar personalmente el problema con la otra persona. Esto puede resolver muchos problemas sin que se haga público.

Cuando una discusión personal es ineficaz, la Biblia enseña a tomar uno o dos hermanos para confrontar a la persona. Esto involucra a otros testigos sin hacer público el asunto, permitiendo nuevamente la resolución sin hacer que el problema sea evidente para todos.

Si esto no es efectivo, la iglesia local es el siguiente paso para resolver el conflicto entre sus miembros. Si una discusión personal y el involucrar a uno o dos hermanos no funciona, el liderazgo de la iglesia debería poder intervenir en el proceso y aportar resolución y restauración a la situación.

El paso final se encuentra al final del versículo 17. Si toda la iglesia no puede lograr la resolución, la persona debe ser tratada como no creyente. En otras palabras, si la persona no responde a la enseñanza bíblica en absoluto, entonces la persona no es verdaderamente cristiana o está viviendo en pecado al grado en que debe ser tratada como no creyente.

Un ejemplo de esto se puede encontrar en los escritos de Pablo a los corintios. En 1 Corintios 5: 1–5, Pablo habló de una persona en la iglesia que se jactaba de su inmoralidad sexual. Él ordenó a la iglesia que "el tal sea entregado a Satanás para destrucción de la carne", una frase que generalmente se entiende que fuese excluido de la iglesia.

Luego, en 2 Corintios 2: 6–10, leemos: "Le basta a tal persona esta reprensión hecha por muchos; así que, al contrario, vosotros más bien debéis perdonarle y consolarle, para que no sea consumido de demasiada tristeza. Por lo cual os ruego que confirméis el amor para con él. Porque también para este fin os escribí, para tener la prueba de si vosotros sois obedientes en todo. Y al que vosotros perdonáis, yo también; porque también yo lo que he perdonado, si algo he perdonado, por vosotros lo he hecho en presencia de Cristo". Gracias a Dios, este hombre luego se arrepintió y fue perdonado y restaurado a la comunión en la iglesia.

Incluso en casos de pecado severo, la unidad y la restauración son los objetivos finales. Incluso en las peores situaciones, cuando una persona se arrepiente, debe ser perdonada y recibida nuevamente como parte de la familia de Dios. La gran mayoría de los conflictos dentro de una iglesia no implican nada tan drástico. Por esta razón, los miembros de la iglesia deberían poder resolver, o al menos elegir perdonar, sus diferencias en tiempos de conflicto en la iglesia.



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