¿Qué significa que la ciudadanía del cristiano está en el cielo?

La mayoría de las personas nacen como ciudadanos de un estado político o país donde tienen una identidad, derechos, protecciones y comparten una determinada cultura, costumbres y valores. Además, la Biblia nos dice que cada persona también nace en el reino de este mundo donde gobierna Satanás (2 Corintios 4:4) y, por lo tanto, está esclavizada como miembro de esa cultura, participando en los valores y las prácticas de Satanás, es decir, rebelándose contra Dios (Romanos 6:16; Génesis 3:1; 1 Juan 2:16).

Este es el pecado con el que nacemos y del que somos cautivos hasta que somos rescatados y redimidos por Jesús (Efesios 2:1-5). Cuando nos unimos al reino de Dios a través de la gracia de Jesús y el poder de Su resurrección, nuestra ciudadanía pasa del mundo gobernado por Satanás al reino celestial gobernado por Dios (Juan 3:3). Filipenses 3:18-21 describe esto claramente: "Porque por ahí andan muchos, de los cuales os dije muchas veces, y aun ahora lo digo llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo; el fin de los cuales será perdición, cuyo dios es el vientre, y cuya gloria es su vergüenza; que solo piensan en lo terrenal. Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas".

La Biblia nos dice que nuestra entrada al reino de los cielos es como nacer de nuevo (Juan 3:3; Mateo 3:2; 7:21; Romanos 14:17). Los Evangelios registran a Jesús hablando del reino de los cielos muchas veces. Lo comparó con un campo en el que el trigo y la cizaña crecían juntos, con apariencia parecida. Jesús dijo que los dos serían identificados y separados en la cosecha (Mateo 13:24-30). Dios conoce la diferencia entre los que son de Él y los que sólo lo aparentan. Hay quienes actúan como ciudadanos del cielo, pero no tienen ninguna relación con Jesús y no han experimentado un renacimiento en sus corazones (Mateo 7:21).

Cuando nacemos de nuevo en el reino de los cielos, también somos una nueva creación (2 Corintios 5:17) por medio de la presencia del Espíritu Santo (Juan 14:17; 1 Corintios 6:19-20; Efesios 1:13-14). Entonces comienza Su obra de transformación reemplazando los deseos del mundo por los deseos puros, haciéndonos más parecidos a Jesús (Romanos 12:1-2; 8:29). Es a través de la obra del Espíritu Santo que somos capacitados para tomar decisiones que rechacen los valores del mundo y poner en práctica aquellos que honran a Dios (1 Juan 2:15-17). Mateo 6:19-20 nos dice que podemos acumular tesoros en el cielo. Además, como ciudadanos del cielo, se nos ha dado el papel de embajadores ante los demás hasta que seamos llamados, por así decirlo, de vuelta a casa (Efesios 2:18-19; 6:20; 2 Corintios 5:20-21).

Nuestro tiempo en la tierra es relativamente corto comparado con la eternidad. Estamos llamados a vivir aquí como extranjeros en una tierra que no es la nuestra, esperando vivir en nuestra propia tierra (Hebreos 11:9-10).



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