Las Escrituras enseñan que Dios es la fuente última de sabiduría y entendimiento (Proverbios 2:6). Advierten contra la búsqueda de conocimiento a través de prácticas místicas u ocultas (Deuteronomio 18:10-12). La Biblia subraya que la Palabra de Dios es suficiente para guiar nuestras vidas y comprender las verdades espirituales (2 Timoteo 3:16-17). También advierte del peligro de dejarse llevar por filosofías humanas que contradicen la verdad de Cristo (Colosenses 2:8). En lugar de buscar conocimientos esotéricos, se anima a los creyentes a crecer en el conocimiento de Dios a través de Su Palabra revelada (2 Pedro 3:18).
Aunque el deseo de comprender la conciencia y las experiencias subjetivas es natural, los creyentes deben tener cuidado con los métodos que contradicen o socavan la verdad bíblica. El énfasis bíblico en Dios como fuente de sabiduría nos reta a evaluar críticamente las afirmaciones de conocimiento esotérico o percepciones místicas. En lugar de buscar la iluminación a través de experiencias subjetivas o fenómenos paranormales, los cristianos están llamados a crecer en conocimiento y comprensión a través de la Palabra de Dios y de una relación cada vez más profunda con Cristo. Toda aproximación a las afirmaciones científicas y espirituales debe hacerse con discernimiento, contrastándolas siempre con la verdad de las Escrituras. De este modo, podemos evitar las trampas de la pseudociencia sin dejar de apreciar la complejidad y la maravilla de la conciencia humana como parte de la creación de Dios.