La caída de Satanás ocurrió antes de la creación de la humanidad cuando, siendo un ángel de gran belleza y sabiduría, se rebeló contra Dios por orgullo (Ezequiel 28:12-15; Isaías 14:12-14). Las Escrituras revelan que Satanás deseaba elevarse por encima de Dios, introduciendo el pecado y una segunda voluntad en la creación. Como resultado, Dios lo expulsó de Su presencia, despojándolo de su posición exaltada y de su autoridad. Esta rebelión sentó las bases para la batalla continua entre vivir según nuestra propia voluntad o según la voluntad de Dios, una elección que tiene consecuencias eternas.
Con su acto rebelde, Satanás introdujo una segunda voluntad en el orden creado por Dios. Ahora, tristemente, hay miles de millones de voluntades que difieren de la de Dios entre la raza humana y entre las legiones demoníacas que siguieron la rebelión de Satanás (cf. Apocalipsis 12:2-4). En última instancia, vivimos para nuestra voluntad o para la voluntad de Dios. Vivir para nuestra voluntad, desear vivir para nuestras ambiciones y deseos pecaminosos, conduce a la muerte (Santiago 1:15). Pero Dios, en Su misericordia, hizo un camino para que nos reconciliáramos con Él al enviar a Jesús a pagar la pena por nuestro pecado a través de Su muerte y resurrección (Romanos 5:8). Al confiar en Jesús y seguir la voluntad de Dios, no solo somos perdonados, sino también transformados, recibiendo una nueva vida a través del Espíritu Santo y la promesa de la vida eterna (Juan 3:16; 2 Corintios 5:17). Como resultado, ya no estamos atados a nuestros deseos pecaminosos, sino facultados para andar en justicia, cumpliendo el propósito de Dios para nuestras vidas (Gálatas 5:16-18). Vivir según la voluntad de Dios no solo es el camino hacia la verdadera libertad y la paz, sino que también es para lo que fuimos creados: alinear nuestras vidas con Su plan perfecto conduce a la vida abundante y plena que ninguna otra cosa puede ofrecer (Juan 10:10). Al rendirnos a Su voluntad, encontramos el mayor gozo, propósito y esperanza que perdura por toda la eternidad.